OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PER�

 

EL PROBLEMA PRIMARIO DEL PER�*

 

 

Antes de que se apaguen los ecos de la conmemoraci�n de la figura y de la obra de Clorinda Matto de Turner, antes de que se dispersen los delegados del cuarto congreso de la raza ind�gena, dirijamos la mi�rada al problema fundamental, al problema primario del Per�. Digamos algo de lo que dir�a ciertamente Clorinda Matto de Turner si viviera todav�a. Este es el mejor homenaje que podemos rendir los hombres nuevos, los hombres j�venes del Per�, a la memoria de esta mujer singular que, en una �poca m�s c�mplice y m�s fr�a que la nues�tra, insurgi� noblemente contra las injusti�cias y los cr�menes de los expoliadores de la raza ind�gena.

La gente criolla, la gente metropolitana, no ama este rudo tema. Pero su tendencia a ignorarlo, a olvidarlo, no debe contagiar�se. El gesto del avestruz que, amenazado, esconde bajo el ala la cabeza, es demasiado est�lido. Con negarse a ver un problema, no se consigue que el problema desaparezca. Y el problema de los indios es el problema de cuatro millones de peruanos. Es el proble�ma de las tres cuartas partes de la pobla�ci�n del Per�. Es el problema de la mayor�a.

Es el problema de la nacionalidad. La escasa disposici�n de nuestra gente a estudiarlo y a enfocarlo honradamente es un signo de pereza mental y, sobr� todo, de insensibilidad moral.

El Virreinato, desde �ste y otros puntos de vista, aparece menos culpable que la Rep�blica. Al Virreinato le corresponde, originalmente, toda la responsabilidad de la miseria y la depresi�n de los indios. Pero, en ese tiempo inquisitorial, una gran voz humanitaria, una gran voz cristiana, la de fray Bartolom� de las Casas, defendi� vibrantemente a los indios contra los m�todos brutales de los colonizadores. No ha habido en la Rep�blica un defensor tan eficaz y tan porfiado de la raza aborigen.

Mientras el Virreinato era un r�gimen medieval y extranjero, la Rep�blica es formalmente un r�gimen peruano y liberal. Tiene, por consiguiente, la rep�blica deberes que no ten�a el virreinato. A la Rep�blica le tocaba elevar la condici�n del indio. Y contrariando este deber, la Rep�blica ha pauperizado al indio, ha agravado su depresi�n y ha exasperado su miseria. La Rep�blica ha significado para los indios la ascensi�n de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistem�ticamente de sus tierras. En una raza de costumbres y de alma agrarias, como la raza ind�gena, este despojo ha constituido una causa de disoluci�n material y moral. La tierra ha sido siempre toda la alegr�a del indio. "El indio ha desposado la tierra. Siente que la vida viene de la tierra" y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesi�n de la tierra que sus manos y su aliento labran y fecundan religiosamente. La feudalidad criolla se ha comportado, a este respecto, m�s �vida y m�s duramente que la feudalidad espa�ola. En general, en el encomendero espa�ol hab�a, frecuentemente, algunos h�bitos nobles de se�or�o. El encomendero criollo tiene todos los defectos del plebeyo y ninguna de las virtudes del hidalgo. La servidumbre del indio, en suma, no ha disminuido bajo la Rep�blica. Todas las revueltas, todas las tempestades del indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicaciones desesperadas del indio les ha sido dada siempre una respuesta marcial. El silencio de la puna ha guardado luego el tr�gico secreto de estas respuestas. La Rep�blica ha restaurado, en fin, bajo el t�tulo de conscripci�n vial, el r�gimen de las mitas. Contra esta restauraci�n no han protestado, naturalmente, nuestros nacionalistas. Jorge Basadre, un joven escritor de vanguardia, ha sido uno de los pocos que han sentido el deber de denunciar, �en un estudio moderado y discreto que resulta sin embargo una tremenda requisitoria� el verdadero car�cter de la conscripci�n vial. Los ret�ricos del, nacionalismo no han imitado su ejemplo.

La Rep�blica, adem�s, es responsable de haber aletargado y debilitado las energ�as de la raza. La insurrecci�n de T�pac Amaru prob�, en las postrimer�as del virreinato, que los indios eran a�n capaces de combatir por su libertad. La independencia enerv� esa capacidad. La causa de la redenci�n del indio se convirti� en una especulaci�n demag�gica de algunos caudillos. Los partidos criollos la inscribieron en su programa. Adormecieron as� en los indios la voluntad de luchar por sus reivindicaciones.

Pero, aplazando, la soluci�n del problema ind�gena, la Rep�blica ha aplazado la realizaci�n de sus sue�os de progreso. Una pol�tica realmente nacional no puede prescindir del indio, no puede ignorar al indio. El indio es el cimiento de nuestra nacionalidad en formaci�n. La opresi�n enemista al indio con la civilidad. Lo anula, pr�cticamente, como elemento de progreso. Los que empobrecen y deprimen al indio, empobrecen y deprimen a la naci�n. Explotado, befado, embrutecido, no puede el indio ser un creador de riqueza. Desvalorizarlo, depreciarlo como hombre equivale a desvalorizarlo, a depreciarlo corno productor. Solo cuando el indio obtenga para s� el rendimiento de su trabajo, adquirir� la calidad de consumidor y productor que la econom�a de una naci�n moderna necesita en todos los individuos. Cuando se habla de la peruanidad, habr�a que empezar por investigar si esta peruanidad comprende al indio. Sin el indio no hay peruanidad posible. Esta verdad deber�a ser v�lida, sobre todo, para las personas de ideolog�a meramente burguesa, demo�liberal y nacionalista. El lema de todo nacionalismo, a comenzar del nacionalismo de Charles Maurras y L'Action Francaise", dice: "Todo lo que es nacional es nuestro".

El problema del indio, que es el proble�ma del Per�, no puede encontrar su soluci�n en una f�rmula, abstractamente humanitaria. No puede ser la consecuencia de un movimiento filantr�pico. Los patronatos de caciques y de r�bulas son una befa. Las ligas del tipo de la extinguida Asociaci�n Pro-Ind�gena son una, voz que clama en el desierto. La Asociaci�n Pro-Ind�gena no lleg� siquiera a convertirse en un movimiento. Su acci�n se redujo, gradualmente, a la acci�n generosa, abnegada, nobil�sima, personal, de Pedro S. Zulen. Como experimento, el de la Asociaci�n Pro-Ind�gena fue un experimento negativo. Sirvi� para contrarrestar, para medir, la insensibilidad moral de una generaci�n y de una �poca.

La soluci�n del problema del indio tiene que ser una soluci�n social. Sus realiza�dores deben ser los propios indios. Este con�cepto conduce a ver en la reuni�n de los congresos ind�genas un hecho hist�rico. Los congresos ind�genas no representan todav�a un programa; pero representan ya un movimiento. Indican que los indios comienzan a adquirir conciencia colectiva de su situaci�n. Lo que menos importa del congreso ind�gena son sus debates y sus votos. Lo trascendente, lo hist�rico es el congreso en s� mismo. El congreso como afirmaci�n de la voluntad de la raza de formular sus reivindicaciones. A los indios les falta vinculaci�n nacional. Sus protestas han sido siempre re�gionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de hombres, consciente de su n��mero, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones de hombres, mientras no son sino una masa inorg�nica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo hist�rico1. En el Congreso ind�gena, el indio del norte se ha encontrado con el indio del centro y con el indio del sur. El indio, en el congreso, se ha comunicado, adem�s, con los hombres de vanguardia de la capital. Estos hombres lo tratan como a un hermano. Su acento es nuevo, su lenguaje es nuevo tambi�n. El indio reconoce en ellos, su propia emoci�n. Su emoci�n de s� mismo se ensancha con este contacto. Algo todav�a muy vago, todav�a muy confuso, se bosqueja en esta nebulosa humana, que contiene probablemente, seguramente, los g�rmenes del porvenir de la nacionalidad.

 


NOTAS:

 

* Publicado en Mundial, Lima, 6 de febrero de 1925

1 El texto de este art�culo, desde el tercer p�rrafo, hasta aqu�, se encuentra reproducido, con peque�as modificaciones, en 7 Ensayos de Interpretaci�n de la Realidad Peruana, "El Problema del Indio. Sumaria revisi�n hist�rica", p�gs. 46-49, Volumen 2. de la primera serie Popular (N, de los E.).