OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PER�

 

VIDAS PARALELAS:

E. D. MOREL PEDRO S. ZULEN*

I

 �Qui�n, entre nosotros, deber�a haber escrito el elogio del gran profesor de idealismo E. D. Morel? Todos los que conozcan los rasgos esenciales del esp�ritu de E. D. Morel responder�n, sin duda, que Pedro S. Zulen. Cuando, hace algunos d�as, encontr� en la prensa europea la noticia de la muerte de Morel, pens� que esta "figura de la vida mundial� pertenec�a, sobre todo, a Zulen. Y encargu� a Jorge Basadre de comunicar a Zulen que E.D. Moret hab�a muerto. Zulen estaba mucho m�s cerca de Morel que yo. Nadie pod�a escribir sobre Moret c�n m�s adhesi�n a su personalidad ni con m�s emoci�n de su obra. 

Hoy esta asociaci�n de Morel a Zulen, se acent�a y se precisa en mi conciencia. Pienso que se trata de dos vidas paralelas. No de dos parejas sino, �nicamente de dos vidas paralelas, dentro del sentido que el concepto de vidas paralelas tiene en Plutarco. Bajo los matices externos de ambas vidas, tan lejanas en el espacio, se descubre la trama de una afinidad espiritual y de paren�tesco ideol�gico que las aproxima en el tiempo y en la historia. Ambas vidas tienen de com�n, en primer lugar, su profundo idea�lismo. Las mueve una fe obstinada en la fuerza creadora del ideal y del esp�ritu. Las posee el sentimiento de su predestinaci�n para un apostolado humanitario y altruista. Aproxima e identifica, adem�s, a Zulen y Morel una honrada y proba filiaci�n democr�tica. El pensamiento de Moret y de Zulen aparece an�logamente nutrido de la ideolo�g�a de la democracia pura.

Enfoquemos los episodios esenciales de la biograf�a de Moret.

Antes de la guerra mundial, Moret ocu�pa ya un puesto entre los hombres de van�guardia d� la Gran Breta�a. Denuncia im�placablemente los m�todos brutales del ca�pitalismo en Africa y Asia. Insurge en de�fensa de los pueblos coloniales. Se convier�te en el asertor m�s vehemente de los de�rechos de los hombres de color. Una civili�zaci�n que asesina y extorsiona a los ind�genas de Asia y Africa es para Morel una ci�vilizaci�n criminal. Y la voz del gran euro�peo no clama en el desierto. Morel logra movilizar contra el imperialismo desp�tico y marcial de Occidente a muchos esp�ritus libres, a muchas conciencias independien�tes. El imperialismo brit�nico encuentra uno de sus m�s implacables jueces en este austero fautor de la democracia. M�s tarde, cuando la fiebre b�lica, que la guerra difun�de en Europa, trastorna e intoxica la inte�ligencia occidental, Moret es uno de los intelectuales que se mantiene fieles a la causa de la civilizaci�n. Milita activa y heroicamente en ese hist�rico grupo de conscientious objectors que, en plena guerra, afirma valientemente su pacifismo. Con los m�s puros y altos intelectuales de la Gran Breta�a �Bernard Shaw, Bertrand Russell, Normal Angell, Israel Zangwill� Moret defiende los fueros de la civilizaci�n y de la inteligencia frente a la guerra y la barbarie. Su propaganda pacifista, como secretario de la Union of Demociatic Control, le atrae un proceso. Sus jueces lo condenan a seis meses de prisi�n en agosto de 1917. Esta condena tiene, no obstante el silencio de la prensa, movilizada, militarmente, una extensa repercusi�n europea. Romain Rolland escribe en Suiza una vibrante defensa de Morel: "Por todo lo que s� de �l, �dice� por su actividad anterior a la guerra, por su apostolado contra los cr�menes de la civilizaci�n en Africa, por sus art�culos de guerra, muy raramente reproducidos en las revistas suizas y francesas, yo lo miro como un hombre de gran coraje y de fuerte fe. Siempre os� servir la verdad, servirla �nicamente, sin cuidado de los peligros ni de los odios acumulados contra su persona y, lo que es mucho m�s raro y m�s dif�cil, sin cuidado de sus propias simpat�as, de sus amistades, de su patria misma, cuando la verdad se encontraba en desacuerdo con su patria. Desde este punto de vista, �l es de la estirpe de todos los grandes creyentes: cristianos de los primeros tiempos, reformadores del siglo de los combates, librepensadores de las �pocas heroicas, todos aquellos que han puesto por encima de todo su fe en la verdad, bajo cualquier forma que �sta se les presente, o divina, o laica, sagrada siempre". Liberado, Morel reanuda su campa�a. Mejores tiempos llegan para la Union of Democratic Control. En las elecciones de 1921 el Independent Labour Party opone su candidatura a la de Winston Churchill, el m�s agresivo capataz del antisocialismo brit�nico, en el distrito electoral de Dundee. Y, aunque todo diferencia a Morel del tipo de pol�tico o de agitador profesional, su victoria es completa. Esta victoria se repite en las elecciones de 1923 y en las elecciones de 1924. Morel se destaca entre las m�s conspicuas figuras intelectuales y morales del Labour Party. Aparece, en todo el vasto escenario mundial, como uno de los aserto- res m�s ilustres de la Paz y de la Democracia. Voces de Europa, de Am�rica y del Asia reclaman para Morel el premio Nobel de la paz. En este instante, lo abate la muerte.

"La muerte de E. D. Morel �escribe Paul Colin en Europe� es un cap�tulo de nuestra vida que se acaba y uno de aquellos en los cuales pensaremos m�s tarde con ferviente emoci�n. Pues �l era, con Romain Rolland, el s�mbolo mismo de la Independencia del Esp�ritu. Su invencible optimismo, su honradez indomable, su modestia calvinista, su bella intransigencia, todo concurr�a a hacer de este hombre un gu�a, un consejero, un jefe espiritual".

Como dice Colin, todo un cap�tulo de la historia del pacifismo termina con E. D. Morel. Ha sido Morel uno de los �ltimos grandes idealistas de la democracia. Pertenece a la categor�a de los hombres que, heroicamente, han hecho el proceso del capitalismo europeo y de sus cr�menes; pero que no han podido ni han sabido ejecutar su condena. 

II 

Reivindiquemos para Pedro S. Zulen, ante todo, el honor y el m�rito de haber salvado su pensamiento y su vida de la influencia de la generaci�n con la cual le toc� convivir en su juventud. El pasadismo de una generaci�n conservadora y hasta tradicionalista que, por uno de esos caprichos del paradojal l�xico criollo, es apodada hasta ahora generaci�n "futurista", no logr� depositar su polilla en la mentalidad de este hombre bueno e inquieto. Tampoco lograron seducirla el decadentismo y el estetismo de la generaci�n "col�nida". Zulen se mantuvo al margen de ambas generaciones. Con los "col�nidas" coincid�a en la admiraci�n al poeta Eguren; pero del "colonidismo" lo separaba absolutamente su humor austero y asc�tico.

La juventud de Zulen nos ofrece su primera analog�a concreta con E. D. Moret, Zulen dirige la mirada al drama de la raza peruana. Y, con una abnegaci�n nobil�sima, se consagra a la defensa del ind�gena. La Secretar�a de la Asociaci�n Pro-Ind�gena absorbe, consume sus energ�as. La reivindicaci�n del indio es su ideal. A las redacciones de los diarios llegan todos los d�as las denuncias de la Asociaci�n. Pero, menos afortunado que Moret en la Gran Breta�a, Zulen no consigue la adhesi�n de muchos esp�ritus libres a su obra. Casi solo la contin�a, sin embargo, son el mismo fervor, en medio de la indiferencia de un ambiente g�lido. La Asociaci�n Pro-Ind�gena nos sirve para constatar la imposibilidad de resolver el problema del indio mediante patronatos o ligas filantr�picas. Y para medir el grado de insensibilidad moral de la conciencia criolla.

Perece la Asociaci�n Pro-Ind�gena; pero la causa del indio tiene siempre en Zulen su principal propugnador. En Jauja, a donde lo lleva su enfermedad, Zulen estudia al indio y aprende su lengua. Madura en Zulen, lentamente, la fe en el socialismo. Y se dirige una vez a los indios en t�rminos que alarman y molestan la cuadrada estupidez de los caciques y funcionarios provincianos. Zulen es arrestado. Su posici�n frente al problema ind�gena se precisa y se define m�s cada d�a. Ni la filosof�a ni la Universidad lo desv�an, m�s tarde, de la m�s fuerte pasi�n de su alma.

Recuerdo nuestro encuentro en el Tercer Congreso Ind�gena, hace un a�o. El estrado y las primeras, bancas de la sala de la Federaci�n de Estudiantes estaban ocupadas por una policroma multitud ind�gena. En las bancas de atr�s, nos sent�bamos los dos �nicos espectadores de la Asamblea. Estos dos �nicos espectadores �ramos Zulen y yo. A nadie m�s hab�a atra�do este debate. Nuestro di�logo de esa noche aproxim� definitivamente nuestros esp�ritus.

Y recuerdo otro encuentro m�s emocionado todav�a: el encuentro de Pedro S. Zulen y de Ezequiel Urviola, organizador y delegado de las federaciones ind�genas del Cuzco, en mi casa, hace tres meses. Zulen y Urviola se complacieron rec�procamente de conocerse. "El problema ind�gena �dijo Zulen� es el �nico problema del Per�".

Zulen y Urviola no volvieron a verse. Ambos han muerto en el mismo d�a. Ambos, el intelectual erudito y universitario y el agitador oscuro, parecen haber tenido una misma muerte y un mismo sino.

 

 


NOTA:

* Publicado en Mundial, Lima, 6 de febrero de 1925