OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

SIGNOS Y OBRAS

  

   

"CALIBAN PARLE"1

POR JEAN GUEHENNO2

 

He aqu� otro libro que da fe de la insuficiencia de todos los vaniloquios del �idealismo� novecentista para descartar de las tareas del pensamiento y la literatura la preocupaci�n de lo temporal y de lo hist�rico. La inteligencia ha inventado en los �ltimos a�os una serie de maneras de eludir o ignorar el problema de la revoluci�n. Ninguna le sirve al intelectual rigurosamente fiel a los deberes del esp�ritu para discurrir y meditar como si el socialismo y el proletariado no existieran. En esto se reconoce una de las pruebas de la inutilidad de todo intento de restauraci�n del principio de la inteligencia pura o ahist�rica.

Jean Guehenno es un escritor que procede del proletariado y que no reniega su origen; pero que, en la imposibilidad de encontrar una respuesta a sus interrogaciones en la filosof�a clasista del obrero, busca en el arsenal de la m�s moderna y exigente cultura las razones de una convicci�n revolucionaria o, por lo menos, no conformista. Caliban parle es una requisitoria contra la hipocres�a intelectual y contra los compromisos del pensamiento, cuyos ecos se confunden hoy un poco con los de Morte de la pens�e bourgeoise,3 de Emmanuel Berl.

Guehenno, humorista, se rebela contra el juego de una comp�sita legi�n de intelectuales y artistas que, en el nombre de un refinado novecentismo, querr�an sacrificar la humanidad a las humanidades. El cr�tico y el hombre est�n de�masiado vigilantes y vivos en �l. Le es imposible no entender y denunciar el cinismo de este pensamiento de Barr�s: �Que los pobres tengan el sentimiento de su impotencia, he ah� una condici�n primaria de la paz social�. El farise�smo del intelectual ante el proletariado, empuja a Guehenno, deferente y atento, pero no por esto menos nauseado, a tomar abiertamente el partido de Calib�n. En la clase que lucha por un orden nuevo, est�n todos los valores morales de la civilizaci�n. Al innoble razonamiento de Barres, opone este juicio ciertamente m�s filos�fico y verdadero: �La rebeli�n es la nobleza del pobre�.

Guehenno presta estas palabras a Calib�n: �En un mundo de ego�smo y de lucro, me ocurre ser la sola potencia desinteresada. Se ha visto a los m�os renunciar al �xito, a las sinecuras, a los puestos, fuertes y puros. Algunos que se vendieron fueron pagados a alto precio: obtuvieron los primeros cargos en los Estados. Pero la masa de los Calibanes fue apenas quebrantada por esto. Contin�a diciendo no a un mundo en el cual no reconoce la belleza de sus sue�os. Y toda nobleza viene a Europa de este movimiento que pone en ella los gestos de Calib�n, las multitudes obreras que, en el instante en que reclaman pan, piensan todav�a en organizar el mundo�. �Entre la Bolsa de Trabajo y el Instituto, qui�n sabe, despu�s de todo, d�nde se hace el menester m�s humano? Si los secretarios de sindicatos y sabios de academias consintieran un instante en mirarse, no se despreciar�an tanto. Yo los veo a unos aplicados al trabajo de deshacer y desatar, un hilo despu�s de otro, la red que la obstinada fatalidad no cesa de tejer alrededor nuestro, vencer esas leyes de bronce a las que nos somete la pesada econom�a del mundo. En el m�s fatal de los siglos, buscan los medios de tornarse amos de las cosas, nuestras duras dominadoras, e intentan, con un maravilloso coraje, restituir al coraz�n y a la raz�n la supervigilancia y el control del universo�. �Nuestro verdadero m�rito al fin del �ltimo siglo habr� sido el organizar la insumisi�n y la batalla�.

El autor de Calib�n Parle no se ha formado en esta lucha. A la meditaci�n del sentido moral y humano de las reivindicaciones de las masas, ha llegado por la v�a cara a M. Julien Benda, por la v�a del clerc.4 Su libro de nada est� tan distante como de ser el resultado de una cr�tica de inspiraci�n marxista. Guehenno es un intelectual puro, en el sentido de que no obedece sino a la l�gica de su especulaci�n. No proviene de ning�n equipo marxista ni de ninguna Casa del Pueblo. Ha hecho su aprendizaje de pensador, meditando a autores tan diversos como Michelet, Taine, Ren�n, Proudhon, Jaur�s, Barr�s, Peguy, etc. En el segundo cap�tulo de su libro, al hablar de la "dif�cil fidelidad", Guehenno expone su propio drama. El obrero que se transforma en un intelectual, pierde su fe, su sentimiento de clase. Usando el t�rmino de Barr�s podr�a decirse que se deracin� se desarraiga. El esp�ritu enga�a, la belleza seduce, la felicidad descasta. Y yo sent�a una suerte de felicidad. Era un blando abandono, animaci�n todav�a, pero en la paz; despu�s de meses de tensi�n apasionada, una embriaguez indulgente. No se lee impunemente los libros. La �nica luz que me guiaba, antes de que los hubiese le�do, no se dejaba ver ya en el juego de sus mil peque�as flamas. Yo adoraba antes un solo �dolo: los dioses se hab�an multiplicado. La cultura tiene a veces al principio este efecto de destruir el car�cter. Nos hace parecer a esos actores que, a fuerza de ensayar todas las transformaciones, terminan por perder toda personalidad�. As� habla Calib�n, o mejor, as� habla Guehenno despu�s de un largo trato con las ideas.

Guehenno ha descubierto el pragmatismo de las ideas, la servidumbre del pensamiento. �La cultura �tal como la conciben los "pedantes autoritarios" con quienes polemiza� no tiene otro objeto que el, de hacer jefes y el de justificarlos a la vez. A la ciencia que determinaba lo que debe ser y que descubr�a mundos m�s generosos, ellos no le demandan m�s que legitimar lo que es. Una extra�a y monstruosa connivencia asocia la cultura as� sofisticada y la autoridad social, el saber y la riqueza, y es la caracter�stica m�s eminente de lo que ellos llaman civilizaci�n�. No es distinto, fundamentalmente, el lenguaje de los marxistas. Pero lo que confiere especial valor al testimonio de Guehenno es, precisamente, su no marxismo. Todas sus meditaciones revelan una rigurosa preocupaci�n de no traicionar al Esp�ritu, de no emplear sino razonamientos de humanista.

Las p�ginas m�s eficaces de su libro son, acaso, aqu�llas en que denuncia el bizantinismo y el, diletantismo de la Ciencia y el Arte de la decadencia. Guehenno conoce de cerca a esta gente y podr�a describirnos minuciosamente a cada uno de sus especimenes. �Cu�l es la imagen m�s exacta que de ellos nos ofrece? �Me los represento siempre �dice� en una c�mara rodeada de espejos. Cada uno mima delante de su innumerable imagen un drama pat�tico, se pone sucesivamente las m�scaras del c�nico, del epic�reo, del estoico y declama a veces con florido lenguaje. Viene el aburrimiento y el drama se interrumpe por el tiempo necesario para hacer una nueva provisi�n de m�scaras y de im�genes�.

�En qu� �poca de la historia, se encuentra a la "inteligencia" y al "esp�ritu" entregados al mismo juego banal y elegante? La respuesta de Guehenno coincide con la de otros pensadores sagaces: Graeculi esurientes. �Es as� como peque�os griegos hambrientos, que hab�an tenido la misi�n de mezclar el esp�ritu a la pesada masa romana, se cansaron un d�a. No escucharon m�s al genio liberador que largo tiempo les hab�a hablado. Ten�an hambre y no se preocuparon, para comer y vivir, m�s que de divertir a sus amos y de fortificar laboriosamente los prejuicios que aseguraban su dominaci�n. El esp�ritu carec�a de coraje y la sabidur�a de atenci�n. Entonces hombres innumerables de quienes nunca se hubiera pensado que ten�an tambi�n un alma destruyeron este mundo f�til. La ciudad, que la raz�n caduca les negaba, se derrumb�. Ellos buscaron en una fe nueva la comuni�n humana�.

Testimonio de intelectual, requisitoria de humanista, el hermoso libro de Jean Guehenno convida a las m�s actuales y fecundas reflexiones. Es un en�rgico estimulante del juicio hist�rico, del examen de conciencia de una generaci�n que oscila entre la desesperanza y la traici�n.  

 

 


NOTAS:

 

1 Calib�n habla.

2 Publicado en Variedades: Lima. 31 de Julio de 1929.

3 Muerte del pensamiento burgu�s.

4 el Intelectual.