OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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TEMAS DE NUESTRA AMERICA |
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"CAMINO DE SANTIDAD" POR JULIO NAVARRO MONZO*
Navarro Monz� es, en la Am�rica Latina, un elocuente y erudito predicador de religiosidad. Su empe�o de suscitar inquietudes espirituales y religiosas en esta Am�rica de Catolicismo jesu�tico y burocr�tico, significa una reacci�n contra el positivismo mediocre, el escolasticismo rudimentario y el culto mec�nico que impera en nuestros pueblos. El catolicismo culmin� en la Espa�a de los m�sticos y de Loyola. La fe que conquist� a esta Am�rica fue la m�s combativa, ardorosa, encendida. Pero, superpuesta a los mitos ind�genas, acomodada a una sociedad sensual y mestiza, no conserv� en las colonias hispanas, como no conserv� en la misma Espa�a, su impulso m�stico. La Contrarreforma condenaba a los pa�ses que la adoptaban a renunciar al secreto �ntimo de la nueva econom�a y de la nueva pol�tica de Occidente. Espa�a acept�, reclam�, con vehemente y apasionada fidelidad al Medioevo, este destino. Sus colonias lo heredaban pasivamente sin pathos, sin hero�smo, sin tragedia. Y as�, mientras el catolicismo espa�ol puede producir todav�a un esp�ritu y un pensamiento religiosos, tan acendrados y pat�ticos, como los de Unamuno, el catolicismo latinoamericano alcanza su grado m�s alto en la ortodoxia relativa, en el pragmatismo sagaz de Gabriela Mistral, si no en el tolstoyanismo orientalista de Vasconcelos. La alta especulaci�n religiosa y aun filos�fica� no entra casi en el trabajo intelectual de los latinoamericanos; y en todo caso, constituyen un ejercicio laico m�s bien que religioso. como lo indican los nombres citados. El latinoamericano no siente, sino en una medida muy �nfima, el problema religioso y moral de la cultura. O se contenta gregaria y formalmente con las soluciones simples y r�gidas del catecismo elemental. O s� adapta aun escepticismo fr�volo, vacuo, est�ril, extra�o a toda meditaci�n filos�fica, proclive a toda abdicaci�n moral. En esta atm�sfera trivial y sorda, la propaganda de Navarro Monz� tiene el m�rito y la utilidad de todo excitante espiritual A gentes que se mueven seg�n la mec�nica de la civilizaci�n occidental pero ajenas a sus c�mo y � sus por qu�, ausentes de su sentido y de su drama, Navarro Monz� trata de interesarlas en la b�squeda y el entendimiento de los valores espirituales. La evoluci�n religiosa de la humanidad, es el tema constante de sus libros, conferencias y art�culos. La primac�a de lo espiritual, es la conclusi�n de su ense�anza. Camino de Santidad, contiene los elementos esenciales del pensamiento de Navarro Monz�, estrechamente emparentado con diversas notorias posiciones de la filosof�a contempor�nea en la explicaci�n del fen�meno m�stico. El racionalismo ochocentista resolv�a la religi�n en la filosof�a. El pragmatismo y el vitalismo del novecientos, prefieren reconocer la autonom�a de la religi�n. �Como Samuel Butler fue el primero en insinuar �escribe Navarro Monz� en Camino de Santidad� lo divino en la naturaleza no es sino un "esfuerzo de superaci�n que parece tratar de realizar sus pensamientos, modelos eternos, en el devenir de las cosas; un torrente ascendente que, tanteando, ensayando, equivoc�ndose y volviendo a empezar, se abre paso lentamente, creando formas cada vez m�s bellas, m�s perfectas, seres cada vez m�s inteligentes; una voluntad que hace irrupci�n en los cataclismos primeros hasta hallar en el hombre un instrumento bastante imperfecto a�n pero cada vez m�s consciente y, por ende, m�s d�cil a sus constantes designios de bien�. El fen�meno m�stico, la experiencia religiosa, son estudiados por Navarro Monz� lejos de cualquier dogmatismo confesional. Toda fe religiosa marca una etapa de la ascensi�n humana. El concepto de Dios no ha permanecido est�tico. El Dios de la cristiandad no es el de la Biblia. �Dios no es ya una entidad terrible, el Se�or del Sina�, Yahveh de los Ej�rcitos, que fulmina a los hombres con sus rayos y ti�e sus vestidos en sangre humana pisoteando los pueblos en las batallas, como un vi�atero estruja bajo sus pies las uvas en el lagar. El profeta lo compara a una madre y, no satisfecho a�n, en nombre de El, dice al pueblo jud�o: "t� me has esclavizado con tus pecados y me has cansado con tus iniquidades". No es el Dios trascendente que escribe su ley sobre tablas de piedra. Es algo inmanente, solidario con la humanidad, que busca grabar sus mandatos en los corazones en tablas de carne, como quer�an Jerem�as y Ezequiel. Es una fuerza que busca realizar sus designios en �l curso de la historia pero que nada puede sin la cooperaci�n del hombre, que se siente coartado por la obstinaci�n humana�. Y m�s adelante, reitera Navarro Monz� esta definici�n de la divinidad, apoy�ndose en los escritos joaninos. �Su autor �dice� como todos los dem�s autores del Nuevo Testamento, vieron en Jes�s una revelaci�n po�sitiva de lo Divino, y el Dios que se revela en el Cristo no es, naturalmente, la Divinidad desnuda de todo, atributo, trascendente e inefable de la cual nos habla Lao Tse, Plotino y Eckhart. No es el supremo misterio descubierto por la metaf�sica, sino la Inteligencia que se manifiesta ordenando todas las cosas, la Bondad que las rige el Padre, en una palabra, del cual habla tanto y tan insuperablemente el Serm�n de la Monta�a�. Filos�ficamente, el pensamiento de Navarro Monz� no avanza un paso m�s all� de la filosof�a racionalista, y antes bien se detiene con sagaz reserva ante sus �ltimas conclusiones, acaso porque una categ�rica y expl�cita negaci�n de toda trascendencia; romper�a la cuerda tensa que enlaza su propaganda con el protestantismo. No llega tampoco al individualismo absoluto de Unamuno en La Agon�a del Cristianismo, que tan exaltadamente se revela contra el pretendido cristianismo social, cuando afirma que "la cristiandad exige una soledad perfecta" y, que "El ideal de la cristiandad es una cartuja que abandona padre y madre y hermanos por el Cristo y renuncia a fundar una familia, a ser marido y padre". Y, pr�ctica e hist�ricamente, Navarro Monz�, aunque proclama que la Nueva Reforma es un hecho, no se evade del �mbito ideol�gico del protestantismo. De su obra, puede decirse que es una preparaci�n para la herej�a, pero que no es a�n la herej�a; que es el anuncio de un evangelio, pero no es el evangelio todav�a. Camino de Santidad es una invitaci�n al misticismo; pero no como lo han sido todos los movimientos religiosos, a un tipo determinado de misticismo. �Hay un poco de misticismo �escribe Navarro Monz� en el amor de la familia, en el sacrificio diario que un hombre hace por los suyos. Hay m�s misticismo todav�a en el inter�s que se toma por los intereses generales: en la solidaridad de clase, en el desarrollo de la cultura; en la dignidad de su gremio, en el buen nombre de su profesi�n. Mayor es todav�a el misticismo que implica el patriotismo cuando �ste. no es apenas huera y ret�rica patrioter�a, cuando lleva a los supremos sacrificios de todas aquellas cosas que, en la rutina de la vida diaria, el hombre considera inestimables. Pero si palabras tales como Justicia, Verdad, Bien, llegan a ser consideradas como valores absolutos frente a los cuales palidecen todos los dem�s valores; si un hombre se halla dispuesto a sacrificar su posici�n y la de su familia, a colocarse frente a los prejuicios de su clase, a enfrentarse a�n con su misma patria para defender uno de aquellos valores en contra de un pueblo entero apasionado y enloquecido, es indudable que se halla en las cumbres mismas del Misticismo�. Pero en la pr�dica de Navarro Monz� hay demasiada diplomacia para que sea verdaderamente m�stica. Es una propaganda entonada a la tendencia "modernist" �empleando el t�rmino con que se le bautiza en el campo cat�lico� de conciliar la religi�n con la ciencia, la tradici�n con la modernidad. Es el Libre Cristianismo, tan ac�rrimamente descalificado por el Papini tremendamente hereje y religioso de 1910 y definido por �l en sus Polemiche Religiosa como "una suerte de libre pensamiento porque niega toda organizaci�n religiosa y reduce la religi�n a una imprecisa fe en el indefinido Dios pante�stico y a las obras socialmente buenas". (�Es el libre pensamiento �agregaba Papini� que bien conocemos con un poco m�s de Cristo y un poco menos de coherencia. Ese libre pensamiento de los pa�ses n�rdicos m�s pegados a la idea de una religi�n constituida, como el libre pensamiento es el libre cristianismo de los pa�ses latinos que cuando comienzan a desvestirse no se paran hasta que no se quedan desnudos�). Desde hace mucho tiempo, Navarro Monz� ha descartado radicalmente la posibilidad de exten�der a Latinoam�rica el Protestantismo. �Cuando los mismos pa�ses reformados �sosten�a hace varios a�os en otro libro� est�n sintiendo la necesidad de una Nueva Reforma, lo mejor que pueden hacer, los pa�ses latinos es buscar ellos mismos su propia Reforma, una Reforma que corresponda a las necesidades mentales y sociales del hombre del siglo XX, en lugar de aceptar servilmente los frutos de la Reforma llevada a cabo por los pueblos del Norte hace ya cuatro siglos�. Pero Navarro Monz� no precisa est� nueva Reforma �sus proposiciones al respecto son muy gen�ricas y el�sticas�. Y, en todo caso, no se ve c�mo la Nueva Reforma podr�a encontrar su sede en pueblos que han ignorado totalmente la primera Reforma y que no han sentido su necesidad. El modernismo �esto es una nueva corriente peculiar de los pa�ses cat�licos y latinos ser�a, si la Am�rica Latina se moviese hacia un cisma, un modelo mucho m�s apropiado y pr�ximo. Persuadido de que es tarde para esperar su aclimataci�n en la Am�rica Latina, el Protestantismo nos recomienda �por boca de estos propagandistas no ortodoxos� no sus propios dogmas, que reconoce ya bastante envejecidos, sino los principios probables de una presunta Nueva Reforma. No es, as�, sin duda, como se ha pre�sentado en la historia ninguna gran herej�a, festinada a convertirse en un dogma o una reli�gi�n. La primera condici�n del hereje creador y fecundo es su beligerancia, su intransigencia. Los h�roes de la Reforma Protestante desafiaron la hoguera, la ex-comuni�n, el infierno. No es posible creer, por muy indulgente y optimista que uno sea, en una Nueva Reforma diplom�tica�mente predicada desde las tribunas de la YMCA. La Reforma represent�, en el orden religioso, la ruptura no s�lo con Roma y el Papado, sino con el orden medioeval, con la sociedad feudal. La Nueva Reforma, si ha de venir, tendr� que surgir a su vez en abierto contraste con el orden burgu�s, con la sociedad capitalista. El Protestantismo ha sido y es la religi�n y la moral del capitalista, del gran capitalismo. No se concibe una nueva Reforma que no comience por entender esta solidaridad. Si Navarro Monz� se colocara en el mismo terreno que Unamuno, podr�a inhibirse de conocer y enjuiciar estos problemas. Pero aunque pol�ticamente, como natural desarrollo de la idea liberal y protestante, no parezca distante del anarquismo, su concepci�n est� perfectamente clasificada dentro de las varias formas del cristianismo social. Navarro Monz� no quiere separar la religi�n de la vida, ni que lo espiritual ignore lo temporal. Para Juli�n Benda, he aqu� sin duda otro caso de Clerc qui trahi.**
NOTAS:
* Publicado en Variedades: Lima, 8 de Setiembre de 1928. ** "La intelectualidad traidora".
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