OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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TEMAS DE NUESTRA AMERICA |
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LA BATALLA DEL LIBRO*
Organizada por uno de los inteligentes y la�boriosos editores argentinos, Samuel Glusberg, se ha realizado recientemente en Mar del Plata la Exposici�n Nacional del Libro. Este acontecimiento �que ha seguido a poca distancia a la Feria Internacional del Libro� ha sido la ma�nifestaci�n m�s cuantiosa y valiosa de la cultura argentina. La Argentina ha encontrado, de pronto, en esta exposici�n, el vasto panorama de su literatura. El volumen imponente de su produc�ci�n literaria y cient�fica le ha sido presenta�da, en los salones de la exposici�n, junto con la extensi�n y progreso de su movimiento editorial. Hasta hoy, no obstante el n�mero de sus editoriales, la Argentina no exporta sus libros sino en muy peque�a escala. Las editoriales y librer�as espa�olas mantienen a pesar del naciente esfuerzo editorial de algunos pa�ses, una hegemon�a absoluta en el mercado hispanoamericano. La circulaci�n del libro americano en el Continente, es muy limitada e incipiente. Desde un punto de vista de libreros, los escritores de La Gaceta Literaria estaban en lo cierto cuando declaraban a Madrid meridiano literario de Hispanoam�rica. En lo que concierne a su abastecimiento de libros, los pa�ses de Sudam�rica contin�an siendo colonias espa�olas. La Argentina es, entre todos estos pa�ses, el que m�s ha avan�zado hacia su emancipaci�n, no s�lo porque es el que m�s libros recibe de Italia y Francia, sino sobre todo porque es el que ha adelantado m�s en material editorial. Pero no se han creado todav�a en la Argentina empresas o asociaciones capaces de difundir las ediciones argentinas por Am�rica, en competencia con las librer�as espa�olas. La competencia no es f�cil. El libro espa�ol, es generalmente m�s barato que el libro argentino. Casi siempre, est� adem�s mejor presentado. T�cnicamente, la organizaci�n editorial y librera de Espa�a se encuentra en condiciones superiores y ventajosas. El h�bito favorece al libro espa�ol en Hispanoam�rica. Su circulaci�n est� asegurada por un comercio me�canizado, antiqu�simo. El desarrollo de una nueva sede editorial requiere grandes bases financieras y comerciales. Pero esta sede tiene que surgir, a plazo m�s o menos corto, en Buenos Aires. Las editoriales argentinas operan sobre la base de un mercado como el de Buenos Aires, el mayor mercado de Hispanoam�rica. El �xito de Don Segundo Sombra y otras ediciones, indica que Buenos Aires puede absorber en breve tiempo la tirada de una obra de fina calidad art�stica. (No hablemos de las obras del se�or Hugo Wast). La expansi�n de las ediciones argentinas, por otra parte, se inicia espont�neamente. Las traducci�nes publicadas por Gleizer, Claridad, etc., han encontrado una excelente acogida en los pa�ses vecinos. Los libros argentinos son, igualmente, muy solicitados. Glusberg, Samet y alg�n otro editor de Buenos Aires ensanchan caja vez m�s su vinculaci�n continental. La expansi�n de las revistas y peri�dicos bonaerenses se�ala las rutas de la expansi�n de libros salidos de las editoriales argentinas. La Exposici�n del Libro Nacional, plausiblemente provocada por Glusberg, con agudo sentido de oportunidad, es probablemente el acto en que la Argentina revisa y constata sus resultados y experiencias editoriales, en el plano nacional, para pasar a su aplicaci�n a un plano continental. Arturo Cancela, en el discurso inaugural de la Exposici�n, ha tenido palabras significativas. �Poco a poco �ha dicho� se va dise�ando en Am�rica el radio de nuestra zona de influencia intelectual y no est� lejano el d�a en que, realizando el ideal rom�ntico de nuestros abuelos, Buenos Aires llegu� a ser, efectivamente, la Ate�nas del Plata. Este acto de hoy es apenas un bosquejo de esa apoteosis, pero puede ser el pr�logo de un acto m�s trascendental. El libro argentino est� ya en condiciones de merecer la atenci�n del p�blico en las grandes ciudades de trabajo. Por su pasado, por su presente y por su futuro, el libro argentino merece una escena m�s amplia y una consagraci�n m�s alta�. De este desarrollo editorial de la Argentina �que, es consecuencia no s�lo de su riqueza econ�mica sino tambi�n de su madurez cultural� tenemos que complacernos como buenos americanos. Pero de sus experiencias podemos y de�bemos sacar, adem�s, alg�n provecho en nuestro trabajo nacional: El �ndice libro, como he tenido ya ocasi�n de observarlo m�s de una vez, no nos permite ser excesivamente optimistas sobre el progreso peruano. Tenemos por resolver nuestros m�s elementales problemas de, librer�a y bibliograf�a. El hombre de estudio carece en este pa�s de elementos de informaci�n. No hay en el Per� ni una, sola. biblioteca bien abastecida. Para cualquier investigaci�n, el estudioso carece de la m�s elemental bibliograf�a. Las librer�as. no tienen todav�a una organizaci�n t�cnica. Se rigen de un lado por la demanda, que corresponde a los gustos rudimentarios del p�blico, y de otro lado por las pautas de sus proveedores de Espa�a. El estudioso necesitar�a disponer de enormes recursos para ocuparse por s� mismo de su bibliograf�a. Invertir�a en este trabajo un tiempo y una energ�a robados a su especulaci�n intelectual. Poco se considera y se debate, entre nosotros estas cuestiones. Los intelectuales parecen m�s preocupados por el problema de imprimir sus no muy nutridas ni numerosas obras, que por el problema de documentarse. Los libreros traba�jan desorientados, absorbidos por la fatiga diaria de defender el negocio. Tenemos ya una fiesta o d�a del libro, en la cual se colecciona para las bibliotecas escolares fondos que son aplicados sin ning�n criterio por una de las secciones m�s rutinarias del Ministerio de Instrucci�n; pero m�s falta nos har�a, tal ver, establecer una feria del libro, que estimulara la actividad de editores, autores y libreros y que atrajera m�s seria y disciplinadamente la atenci�n del p�blico y del Estado sobre el m�s importante �ndice de cultura de un pueblo.
NOTA:
* Publicado en Mundial: Lima, 30 de marzo de 1928.
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