OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE NUESTRA AMERICA

 

UN LIBRO DE DISCURSOS Y MENSAJES DE CALLES* 

 

La Editorial Cervantes de Barcelona acaba de publicar en su Biblioteca de Actualidades Pol�ticas, un libro que re�ne ordenadamente los principales discursos y mensajes del Presidente de M�xico, General Plutarco El�as Calles. Esta compilaci�n que lleva el t�tulo de M�xico ante el Mundo ha sido hecha por una interesante mujer mexicana, la escritora Esperanza Vel�squez Bringas. Comprende los documentos de la vida pol�tica del General Calles desde la presentaci�n formal de su candidatura a la presidencia hasta las �ltimas campa�as de su gobierno. Y pretende condensar y definir la ideolog�a del Presidente mexicano, cuya figura se destaca con sugestivo relieve en el escenario de Am�rica.

No es frecuente en documentos como los compilados en este libro, la expresi�n cabal y n�tida del pensamiento de un pol�tico. Un candidato, un presidente, tienen que acordar las declaraciones a las circunstancias concretas dentro de las cuales se mueven. S�lo cuando hablan en nombre de una revoluci�n pueden transgredir los l�mites del lenguaje oficial. Este es, en cierto grado, el caso del General Calles. Y digo en cierto grado, porque la batalla eleccionaria y gubernamental del General Calles corresponde a un per�odo de estabilizaci�n y defensa del r�gimen revolucionario mexicano, esto es, de adaptaci�n sagaz a las condiciones ambientales; m�s bien que de afirmaci�n en�rgica de las reivindicaciones populares. De suerte que a nadie puede sorprender el car�cter un poco impreciso que, desde el punto de vista doctrinal, tienen a veces, por evidentes razones de oportunidad, los conceptos del estadista mexicano.

Sin embargo, ni la mesura ni la discreci�n oficiales, disminuyen ni oscurecen el sentido revolucionario de su pol�tica. Calles, se siente, en todo instante, un mandatario de la Revoluci�n. En ninguno de sus discursos aten�a su posici�n ni rehuye sus responsabilidades de revolucionario. Su gobierno quiere, ante todo, apoyarse en el proletariado.

�Cuando comprend� �ha dicho una vez Calles� que la Revoluci�n, por azares de las luchas pol�ticas, pon�a en mis manos, no el estandarte de una campa�a presidencial sin m�s finalidad que alcanzar el poder, sino la bandera sagrada de un programa de reformas sociales, no quise m�s aliados que las clases trabajadoras, que firmemente comprendo, son las �nicas de acci�n y de firmeza en este pa�s, y las �nicas en. quienes depositar nuestras esperanzas de que sabr�n construir una naci�n fuerte y feliz�. Y en el mismo discurso, agrega declarando su fe en la nueva generaci�n mexicana: (La juventud, toda generosidad y nobleza, sin los peque�os ego�smos de la edad madura, sin los prejuicios de la vejez, es la que tiene que orientarse seg�n los nuevos ideales para manejar, ma�ana, con su talento y con su esfuerzo, el gran movimiento de los trabajadores�.

Calles no cree que su gobierno sea la meta de la Revoluci�n. Lo reconoce s�lo como una de sus estaciones o de sus fases. La realizaci�n de los ideales m�ximos del movimiento mexicano pertenece a la juventud, vale decir, al futuro. Contrariamente a lo que piensan siempre soberbiamente los caudillos de antiguo tipo, Calles no se siente un providencial, menos a�n un taumaturgo. Sabe que en su gobierno no culmina el magno cap�tulo de la historia mexicana abierto por la revoluci�n agrarista. No ambiciona m�s que cumplir, �ntegra y honradamente, su misi�n hist�rica, sin preocuparse demasiado de su grado de grandeza.

Este realismo, esta lealtad, constituyen evidentemente la mayor prueba de la altitud de Calles. Quien en la historia no exagera declamatoriamente su rol, casi siempre est� seguro de jugar un rol trascendente. A Calles sus batallas contra el imperialismo yanqui y contra la reacci�n conservadora, le bastan para considerar cumplida su misi�n esencial. En el poder, no se ha contentado con una pasiva actividad administrativa: ha continuado la revoluci�n mexicana y ha devenido resueltamente sus conquistas y sus principios contra el ataque solapado o violento de los elementos reaccionarios.

El programa agrario de Calles tiende decididamente al establecimiento de la peque�a propiedad. La adjudicaci�n de tierras a los pueblos o aldeas, como propiedad comunal, no le parece un medio de organizaci�n socialista de la agricultura, sino m�s bien, una v�a hacia la constituci�n. de un sistema individualista. �Los ejidos �dice Calles� como propiedad com�n de los pueblos, significan a mi modo de ver, el primer paso hacia la. peque�a propiedad rural. Necesitamos una legislaci�n completa que garantice la imposibilidad de acaparamiento de parcelas de ejidos, al mismo tiempo que asegure la permanencia de las mismas en poder del trabajador. Es de esperar que m�s tarde se dictar�n leyes que autoricen la divisi�n de los ejidos en parcelas de propiedad individual. El trabajo en com�n de los ejidos no creo que pueda originar grandes est�mulos ni producir, frecuentemente, mas que desavenencias entre los vecinos; esto es, como dejo dicho en mi concepto, una forma transitoria para preparar el advenimiento de la peque�a propiedad�. Este criterio acusa en Calles una orientaci�n liberal que no armoniza con el ideal de la nueva generaci�n de asentar la econom�a del continente sobre bases socialistas. La pol�tica agraria de Calles no mira a la educaci�n de las masas rurales para la explotaci�n de la tierra por medio de cooperativas. Bajo este aspecto resulta evidente su limitaci�n, que resulta un poco extra�a si se tiene en cuenta la amplia confianza que Calles deposita en el porvenir y su consiguiente resistencia a atribuir a las medidas presentes un car�cter absoluto y permanente. Pero, en este mismo campo, Calles reconoce el contenido clasista del agrarismo mexicano, cuando opone irreconciliablemente sus reivindicaciones a los privilegios de la gran propiedad. "Los reaccionarios y la aristocracia latifundista y conservadora del pa�s, se llaman fuerzas vivas a s� mismas y pretenden tener un derecho hereditario o casi divino para seguir dirigiendo este pueblo por el que nada han hecho fuera de explotarlo despiadadamente y tenerlo siempre sumergido en la ignorancia para que se les entregue m�s indefenso. �Qu� han hecho estos latifundistas del Baj�o, por la agricultura nacional? �D�nde est�n las obras de irrigaci�n, que constituyeron para asegurar sus cultivos? �D�nde los adelantos de la mec�nica agr�cola que importaron y de que ya gozan la mayor�a de los pa�ses de la tierra, al grado que puedan venir a competirlo en baratura con sus propios productos agr�colas?" A trav�s de las palabras de Calles se descubre los estrechos puntos de contacto o afinidad del problema agrario de M�xico con el problema agrario del Per�.

El estadista mexicano se reclama invariablemente como un hombre culto e idealista, de gran sensibilidad hist�rica y amplia perspectiva humana. Su biograf�a desvanece al punto, cualquier recelo que pueda inspirar su grado de general. Calles no debe a este grado su figuraci�n en la historia de su patria y del Continente. No se puede hablar de militarismo al enjuiciar su obra de gobierno. Lo que tiene Calles de militar est� subordinado y determinado por lo que tiene de revolucionario. Este general de la Revoluci�n Mexicana fue en su juventud maestro de escuela; su carrera p�blica se conforma a este noble origen. As� cuando fue gobernador del Estado de Sonora. su obra fue de educador. El presupuesto de ingresos del Estado era de tras millones quinientos mil pesos y de �stos, dos millones seiscientos mil pesos se gastaban en la instrucci�n p�blica.

Su libro M�xico ante el Mundo es, ante todo, el documento de un hombre de acci�n. No se debe buscar en �l la obra de un ide�logo. En Calles lo que hay que seguir atentamente es la acci�n; no la doctrina. Calles representa una etapa de la Revoluci�n Mexicana. Y �ste es t�tulo bastante para que estudiemos, con inter�s profundo, los fundamentos concretos de su pol�tica constructiva y realizadora.

 

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades: Lima, 9 de Julio de 1927.