OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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TEMAS DE NUESTRA AMERICA |
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ORIGENES Y PERSPECTIVAS DE LA INSURRECCION MEXICANA*
El per�odo eleccionario es en M�xico, por excelencia, un per�odo insurreccional. �l equilibrio entre los elementos sociales y pol�ticos del frente revolucionario, que, bajo la administraci�n de caudillos como Obreg�n y Calles, consigui� estabilidad, falla, apenas la proximidad de la renovaci�n presidencial anuncia el predominio de algunos de esos elementos, y, el fracaso de las expectativas de los otros, en un instante en que se encuentran vigilantes y excitadas las ambiciones de todos. La cr�nica establece, de modo evidente, esta periodicidad de la crisis insurrecional. En 1923, consagrada la candidatura del General Plutarco El�as Calles por el Presidente saliente Generar Obreg�n, Adolfo de la Huerta, que hab�a ejercido provisoriamente el poder, despu�s del derrocamiento de Carranza, acaecido tambi�n en per�odo eleccionario, se lanz� a la revuelta. De la Huerta hab�a formado parte, bajo el gobierno de Obreg�n, del frente revolucionario; pero, descartado como candidato, no trepid� en aceptar un papel netamente reaccionario, con el objeto de movilizar a su favor las fuerzas conservadoras. En 1927, dos generales del mismo bloque gubernamental, G�mez y Serrano, se pusieron a la cabeza del movimiento anti-reeleccionista; y, pr�ximas las elecciones, en las que la candidatura del ex-Presidente Obreg�n contaba con el apoyo activo de Calles y el Gobierno, recurrieron, a su turno, a la insurrecci�n. Probablemente Obreg�n habr�a logrado mantener la dif�cil unidad, bastante minada ya, del frente revolucionario, durante su mandato presidencial. Asesinado por la bala de un fan�tico, qued� abierta otra vez, con la sucesi�n presidencial, la etapa de las revueltas armadas. El frente revolucionario �alianza variopinta�, conglomerado heterog�neo, dentro del cual el crecimiento de un capitalismo brioso, agudizando el contraste de los diversos intereses sociales y pol�ticos, romp�a un equilibrio y una unidad contingentes, creados por la lucha contra la feudalidad y el porfirismo entr� en una crisis que preparaba un cisma m�s extenso que los anteriores. Sobrevenida la ruptura con Morones y la CROM, la acci�n de los factores de escisi�n del Partido Revolucionario, m�s propiamente designado por el t�rmino de partido obregonista, en el sentido de su correspondencia con una era caudillista y militar de la Revoluci�n Mexicana. sigui� conspirando contra la estabilidad gubernamental. El Partido Nacional Revolucionario naci� con un defecto cong�nito. Despu�s de la agitaci�n anti-laborista, se revel� el car�cter meramente simb�lico y temporal de la bandera obregonista. El candidato Gilberto Valenzuela, asumi� una actitud agresiva contra Calles y su clientela. Y la lucha entre los dos candidatos del obregonismo, Ortiz Rubio y Aar�n S�enz, por ganar la mayor�a en la convenci�n del partido, desbord� los l�mites de dos postulaciones provisorias, sometidas incondicionalmente a la resoluci�n mayoritaria. Los partidarios de Aar�n S�enz se quejaban de que se emplease a favor de Ortiz Rubio, para conseguir su designaci�n por la asamblea, manejos desleales. Calles, que al principio hab�a parecido inclinado a S�enz, puso su influencia al lado de Ortiz Rubio, con decepci�n y resentimiento de muchos. Una parte del Partido Reeleccionista, en fin, aclamando a Vasconcelos, hab�a ido a buscar a su candidato, ya no en lo rangos asaz desacreditados de los generales proclives a la seducci�n en el proceso revolucionario, sino en la fama de sus galones c�vicos, acentuada por su actividad como Ministro de Educaci�n P�blica del gobierno de Obreg�n. Dentro de este conflicto de intereses y de ambiciones inconciliables no es asombroso que los elementos que se sienten vencidos en el terreno eleccionario, apelen a la revuelta. La defecci�n de Escobar, Aguirre, Topete y otros generales, demuestra que abunda en el partido que, por haber representado a la Revoluci�n, se llama revolucionario, la ralea oportunista y ambiciosa. de G�mez y Serrano, Cualesquiera que sean los disfraces de que s� revista, es indudable que esta insurrecci�n tiene el mismo car�cter contrarrevolucionario de las insurrecciones de Adolfo de la Huerta en 1923 y de G�mez y Serrano en 1927. Por esto, el gobierno de Portes Gil, a pesar de que �l mismo se encaminaba con sus ataques a la CROM a una posici�n revisionista y termidoriana, ha visto reconstituirse a su lado, contra los insurrectos, el sacudido y disgregado frente �nico revolucionario. Al encargar a Calles el Ministerio de Guerra, Portes Gil ha realizado una maniobra esencialmente pol�tica. Calles cuenta con las simpat�as de la CROM, con cuyos jefes Portes Gil anda enemistado. El General Amaro; anterior Ministro de Guerra, en cambio, es uno, de los generales abiertamente acusados por los obreros revolucionarios como profiteurs** de la Revoluci�n, mancomunados por su inter�s de nuevos terratenientes con la clase proletaria. Calles es m�s un caudillo que un militar. Se usa contra la insurrecci�n su influencia pol�tica, sus dotes de manad m�s que sus cualidades t�cnicas. Estos hechos hacen casi imposible que la insurrecci�n prosper�. Aun en el caso de que Escobar, Topete y dem�s jefes rebeldes obtuviesen moment�neas ventajas militares, sobre los federales, el gobierno de Portes Gil y Calles estar�a siempre en aptitud de reanudar la ofensiva con grandes fuerzas, muy superiores moral y materialmente a las que puede movilizar la revuelta. Escobar, Topete y sus secuaces carecen de atm�sfera popular. Sus oportunistas ofrecimientos de libertad de cultos, y otras maniobras de fondo netamente contrarrevolucionario, no pueden granjearles el ambiente sin el cual ning�n golpe de Estado puede llegar a imponerse en un pa�s como M�xico. No se trata de una revoluci�n, sino de un mot�n contrarrevolucionario, cuyo �nico programa posible es el que, en caso de victoria, le prestan los grupos conservadores desalojados del poder a la ca�da de Porfirio D�az. El triunfo de un general reaccionario no ser�a hoy menos precario que el de Victoriano Huerta. La Revoluci�n, aunque desgarrada por sus contrastes internos, es ahora m�s fuerte que entonces. La extrema izquierda, de un lado, y el Partido anti-reeleccionista de Vasconcelos, de otro, han publicado, seg�n anuncia el cable, sendos manifiestos condenando la revuelta: No se ha recibido ninguna noticia sobre la actitud de los laboristas, pero es indudable que tiene que ser rotundamente adversa a una intentona en la que est�n mezcladas personas que se se�alaron por su encarnizamiento en la ofensiva contra la CROM y Morones que sigui� al asesinato de Obreg�n. Los revoltosos, por consiguiente, no re- presentan sino la contrarrevoluci�n en sus peores aspectos. Y esto los descalifica totalmente.
NOTAS:
* Publicado en Variedades: Lima, 27 de Marzo de 1929. ** Aprovechadores, oportunistas.
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