OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I |
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EL IMPERIALISMO Y LA CHINA*
Desde hace aproximadamente un mes, el conflicto entre los intereses imperialistas de las grandes potencias y el sentimiento nacionalista y revolucionario de la China asume un car�cter violento. El pueblo chino se muestra m�s soliviantado que nunca contra los diversos imperialismos que chocan en su suelo. Las grandes potencias, a su vez, consideran urgente ahogar esta agitaci�n revolucionaria y nacionalista. Para reducir a la obediencia a la inquieta China de hoy, se proponen emplear, primero, sus armas diplom�ticas y financieras; recurrir despu�s a armas m�s tundentes y coactivas. El imperialismo capitalista declara responsable de la agitaci�n china a los soviets. Habla, por esto, de convertir la ofensiva contra la China en una nueva ofensiva contra Rusia. El gobierno conservador de Inglaterra amenaza al gobierno de los soviets con la ruptura de las relaciones diplom�ticas reanudadas hace poco m�s de un a�o. Y moviliza contra los soviets rusos a sus agentes de la Sociedad de las Naciones. Pero la situaci�n internacional de Rusia no es ya la misma de 1918. El imperialismo brit�nico, como cualquier otro imperialismo, es impotente en la actualidad para decretar un segundo bloqueo de Rusia. Los soviets, en siete a�os, han maniobrado diestramente. Han roto para siempre el cerco diplom�tico, econ�mico y militar dentro del cual la fobia de Clemenceau so�� aislarlos y asfixiarlos. La Gran Breta�a puede retirar de Mosc� a su embajador y despedir de Londres a Rakovsky; pero no puede inducir a las dem�s potencias capitalistas a seguir su ejemplo. El Jap�n, por ejemplo, que en 1918 atacaba a Rusia en el Extremo Oriente, conforme a la consigna de la diplomacia aliada, no renuncia�r� ahora, por un inter�s o una necesidad brit�nica, a las ventajas de su reciente tratado de amistad y de comercio con los soviets. Y, entre las mismas potencias aliadas, no es f�cil un en�tendimiento. Italia no tiene intereses en la China. Le importa, en cambio, comerciar con Rusia. La pol�tica internacional de Mussolini es dema�siado maquiav�lica para no conservar en su jue�go la carta rusa. Francia misma, m�s pr�xima a los puntos de vista de la Gran Breta�a, no parece dispuesta a perder el terreno ganado en lo relativo a la reconciliaci�n franco-rusa por la di�plomacia del bloc de izquierdas. El juicio del imperialismo brit�nico sobre la agitaci�n china resulta, por otra parte, dema�siado simplista. Decir que la Tercera Internacio�nal mueve todos los hilos de esta agitaci�n es desconocer las ra�ces hist�ricas de un fen�meno mucho m�s complejo y hondo. La revoluci�n nisa ha influido poderosamente en el despertar de la China y de todo el Oriente. Pero no en la for�ma que un criterio exclusivamente policial es ca�paz de suponer. Rusia, bajo el zarismo, colaboraba con las otras grandes potencias en la expoliaci�n de la China. La ca�da del zarismo, ha privado al imperialismo occidental de esta colaboraci�n poderosa. El nuevo r�gimen ruso, adem�s, ha renunciado a todos los privilegios contrarios a la soberan�a china, de que Rusia zarista, como las otras grandes potencias, gozaba en el imperio amarillo. Estos privilegios, como es notorio, lesionan y excitan profundamente el sentimiento nacio�nal chino. El pueblo chino se siente tratado, en su propio territorio, como un pueblo inferior y b�rbaro. Los s�bditos de las grandes potencias se encuentran protegidos por un derecho espe�cial de extra-territorialidad. Los tribunales chinos, cualesquiera que sean su desmanes o sus delitos, no pueden juzgarlos. El Estado chino carece del derecho de elevar su tarifa aduanera. Las aduanas se hallan en manos del capitalis�mo extranjero. Las obligaciones impuestas a la China por las grandes potencias no le consien�ten cobrar un impuesto de importaci�n de m�s del 7 y 1/2 por ciento. Las mercader�as extran�jeras invaden casi libremente los mercados chinos. La China no puede proteger su industria. No puede disponer de sus propias finanzas. El ascendiente de Rusia sobre la China proviene de que los soviets la tratan diferentemen�te. Los soviets han proclamado, de una manera pr�ctica, el derecho de la China a disponer de s� misma. La China, gracias a la revoluci�n ru�sa, ha adquirido un aliado. La revoluci�n ha hecho de Rusia el m�s v�lido sost�n de las reinvindicaciones chinas. El pueblo chino lo perci�be claramente. Y las diversas facciones o gobier�nos chinos, que representan ideas e intereses po�l�ticos diferentes; coinciden sin embargo en conceder una importancia sustantiva a sus relacio�nes con los soviets. El gobierno de Mukden lo mismo que el gobierno de Pek�n se encuentran representados en Mosc�. En cuanto al parti�do Kuo-Ming-Tang, que domina en la China del Sur, es bien sabido que simpatiza fervorosamen�te con la revoluci�n rusa. Los comunistas chinos componen el ala izquierda del movimiento Kuo-Ming-Tang. Las ra�ces de la agitaci�n antiimperialis�tas son totalmente chinas. No es esta la prime�ra vez que el pueblo chino lucha por su independencia. Los m�todos del imperialismo capitalista son m�s eficaces para empujarlo a la rebeli�n que las presuntas maniobras de la Tercera Internacional. El Occidente a este respecto tiene una vasta experiencia. No es posible, sin duda, que haya olvidado la explosi�n xen�foba que produjo el movimiento de los boxers. El sentimiento chino no ha tenido, de entonces a hoy, ning�n motivo para tornarse favorable a las grandes potencias. Por el contrario, su anti-imperialismo ha aumentado. La China, en los a�os trascurridos despu�s de la expedici�n punitiva del general Waldersee, ha adquirido una consciencia nueva. En sus capas populares ha prendido la idea de la revoluci�n. Y para ahogar esta idea, el Occidente no puede contar ya con Rusia, como en los tiempos del zarismo. Rusia est� ahora al lado del pueblo chino. Pero las reinvindicaciones de la China revolucionaria no constituyen, por esto, una invenci�n ni una maniobra de la Tercera Internacional. Los diversos imperialismos deben buscar los or�genes de la agitaci�n china en su propia conducta. En la conferencia de Washington estos varios imperialismos trataron de entenderse sobre la mejor manera de explotar en comandita la China. El Jap�n, aprovechando de la guerra, se hab�a asegurado en la China una posici�n que los Estados Unidos, sobre todo, juzgaban desproporcionada. El imperialismo japon�s fue obligado, en Washington, a renunciar a una parte d� las concesiones que hab�a arrancado a la China. Pero el tratado de Washington, proclam� el principio de la "puerta abierta". No consigui� delimitar la participaci�n de cada imperialismo en la explotaci�n de la China. En la China se contrastan y se oponen, por consiguiente, imperialismos rivales. El acuerdo permanente entre sus intereses es imposible. Esta es otra de las circunstancias que favorece el movimiento revolucionario y nacionalista chino. Finalmente, el proletariado europeo, m�s sensible y m�s poderoso que en la �poca de los boxers, se mueve tambi�n contra el imperialismo. Se extiende, presentemente, en Europa, con el lema de "�No toqu�is a la China!", una organizaci�n destinada a crear una corriente de opini�n contraria a todo ataque a la independencia del pueblo chino. La causa de la China, en suma, encuentra en la nueva conciencia moral del mundo, su mejor y m�s activa defensa.
NOTA:
* Publicado en Variedades, Lima, 11 de Julio de 1925
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