OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

LA ESCENA CHECOESLOVACA*

 

El Estado de Masarick y Benes aparece, ante todo, como una consecuencia pol�tica de la gran guerra. O, m�s precisamente, de la derrota austro-alemana. El nacimiento del Estado checo-eslovaco ha sido una de las principales fases o etapas de la disoluci�n del Imperio de los Hapsburgos.

La espada aliada cort� los lazos que un�an, bajo la corona de los Hapsburgos, a pueblos de diverso origen y distinta raza. Estos pueblos, en su obligada convivencia dentro del Imperio, no hab�an perdido su sentimiento nacional. Pero tampoco hab�an sabido, antes de la guerra, afirmarlo eficazmente frente al poder austr�aco. El pueblo h�ngaro, el que m�s en�rgicamente hab�a reinvindicado siempre su libertad, hab�a conquistado cierto grado de autonom�a administrativa. Su antigua inquietud secesionista estaba enervada. El sentimiento nacional de h�ngaros, bohemios, etc., no ten�a un car�cter beligerante y combativo sino en una minor�a m�s o menos rom�ntica.

La guerra provoc� una viva reacci�n de este sentimiento. Los sufrimientos y las penurias de una empresa que se prolongaba angustiosamente, con creciente incertidumbre de los austro-alemanes sobre su �xito final, generaron en los sectores al�genos del Imperio de los Hapsburgos un difuso y extenso descontento contra la pol�tica de la monarqu�a. La predicaci�n democr�tica de Wilson, y, sobre todo su doctrina del derecho del libre determinaci�n de las nacionali�dades, encontraron, en consecuencia, un terreno favorable a la fructificaci�n de los ideales na�cionalistas que se propon�an suscitar en el hete�rog�neo conglomerado austro-h�ngaro.

Mas, desatado el haz austro-h�ngaro, result� pr�cticamente imposible la libre agrupaci�n de sus elementos seg�n sus afinidades. Las poten�cias aliadas quer�an que la nueva organizaci�n de la Europa Central no contrariase, absolutamente, ninguno de sus intereses de predominio. Necesitaban que en esa nueva organizaci�n ocu�pasen una posici�n dominante los pueblos que m�s eficiente y conspicuamente las hab�an ayu�dado contra la monarqu�a austr�aca. Checoeslo�vaquia obtuvo, por tanto, en la conferencia de la paz, un tratamiento de especial favor. Los checoeslovacos consiguieron anexarse poblacio�nes h�ngaras, alemanas, ruthenas.

Esta protecci�n no s�lo se explica por el in�ter�s de la Entente de colocar al flanco de la vencida Alemania un Estado fuerte. Se explica tambi�n por la importante participaci�n de los leaders del nacionalismo checoeslovaco en el so�cavamiento del frente austr�aco. Masarick, Be�nes y Stefanick, presintiendo que del resultado de la guerra depend�a la independizaci�n de su pueblo, hab�an dirigido desde el extranjero un movimiento subterr�neo de agitaci�n contra la monarqu�a austr�aca, destinado a producir su derrumbamiento apenas se quebrantara la esperanza de alemanes y austro-h�ngaros en la victoria. Desde Par�s, Masarick hab�a vivido, en los �ltimos a�os de la guerra, en constante y secreta comunicaci�n con sus secuaces de Checo�eslovaquia, fomentando en los regimientos checo�eslovacos, mediante una sorda propaganda, sentimientos que deb�an moverlos a la deserci�n del frente austr�aco. Esta agitaci�n nacionalista checoeslovaca, con la colaboraci�n poderosa de los gobiernos aliados, hab�a empujado a combatir al lado de la Entente a los soldados checoeslova�cos hechos prisioneros por sus ej�rcitos.

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Masarick y Benes pertenecen, pues, t�pica-mente, a la categor�a de hombres de Estado emer�gida de la post-guerra. Heter�clita y varicolor categor�a de la que forman parte, de un lado, los leaders del Estado bolchevique y, de otro lado, Mussolini, Pilsudsky, Horthy, etc. Hasta el d�a de la victoria aliada, Masarick y Benes no fueron �sobre todo en concepto de la mo�narqu�a austr�aca� sino dos obcecados agitadores. Dos hombres negligibles en el plano de la pol�tica europea. La victoria aliada los convirti�, de golpe, en los conductores de una naci�n de trece, millones de hombres. O sea en personajes bastante m�s considerables que el ex-emperador Carlos de Hapsburgo y que sus cancilleres.

M�s conocido que Benes era Masarick. De su historia y de su figura, mucho m�s antiguas, se ten�a difusa noticia en todos los sectores de la internacional socialista.

Hijo de un cochero de Moravia, Masarick se destac�, desde su batalladora juventud, en el seno de la social-democracia checa. Su inteligen�cia y su dinamismo le abrieron las puertas de la Universidad de Praga. Su posici�n frente a la monarqu�a austr�aca le vali� varios procesos por delitos contra la seguridad del Estado. En esos tiempos Masarick escribi� un libro de cr�tica marxista que hizo notorio su nombre en las revistas y peri�dicos� de la social-democracia europea: Die philosophischen und soziologischen Grundlagen des Marxismus.

P�ro la notoriedad de Masarick no traspas�, en esos arduos tiempos de combate, los confines del mundo social-democr�tico. En los parlamentos, en las academias y en los grandes ro�tativos, el nombre del profesor Th. G. Masarick, autor de varios ensayos sobre el marxismo, era completamente desconocido. Le correspon�d�a a la guerra descubrirlo y revelarlo. Y trans�formarlo en el nombre del presidente de una imprevista Rep�blica checoeslovaca.

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Por su rol en la creaci�n de Checoeslovaquia le toc� a la social-democracia checoeslovaca asumir, en colaboraci�n con los elementos liberales de la burgues�a nacional, la responsabilidad no siempre honrosa y no siempre f�cil del poder. La asamblea nacional elev� a la presidencia de la nueva rep�blica al profesor Masarick. La po�l�tica y la legislaci�n del Estado checoeslovaco se decoraron de principios social-democr�ticos. El Estado checoeslovaco se caracteriz� por su necesidad de mostrarse como uno de los Estados europeos m�s avanzados en materia de le�gislaci�n social. Bajo la presi�n de las masas, la pol�tica del Estado checoeslovaco hizo varias concesiones a las reinvindicaciones proletarias. La mayor de todas fue, acaso, la aceptaci�n de la f�rmula de los Consejos de Empresa, que sig�nifica un paso hacia la participaci�n de los obre-ros en la administraci�n de las f�bricas.

Esta tendencia no ha sido abaldonada. El Instituto Checoeslovaco de Estudios Sociales, en un reciente op�sculo sobre la pol�tica social en Checoeslovaquia, dice: "Checoeslovaquia rivaliza con los estados m�s progresistas de Europa en cuanto concierne a la protecci�n de los obreros, los seguros sociales, la asistencia a los sin trabajo, a los inv�lidos de guerra, a los ni�os, a los indigentes, la lucha contra la crisis de los aloja�mientos, etc. En ciertas materias de pol�tica so�cial sus leyes van m�s all� de las exigencias de las convenciones internacionales. Pero no quie�re detenerse en tan buen camino; sabe que el progreso �en los l�mites compatibles con la prosperidad econ�mica del pa�s� debe ser ince�sante".

Mas la acci�n de la social-democracia en Che�coeslovaquia ha estado paralizada por las mismas razones que en Alemania. La social-demo�cracia checoeslovaca, forzada a colaborar con la burgues�a, se ha comprometido con sus ideas, sus intereses y sus hombres. La constataci�n de esta progresiva adaptaci�n del partido socialis�ta checoeslovaco al mundo burgu�s, caus� en 1920, como en los otros partidos socialistas de Europa, un cisma en su estado mayor y en su proselitismo. La izquierda de la social-democracia se pronunci� por una pol�tica revolucionaria, fiel al principio de la lucha de clases. Y su tesis alcanz� el congreso del partido el ochenta por ciento de los votos de los delegados. La escisi�n dividi� a la social-democracia en dos partidos: uno ministerial y otro revolucionario. Este �lti�mo se adhiri� en mayo de 1921 a la Tercera In�ternacional. Es, presentemente, no obstante las depuraciones que ha sufrido,. uno de los m�s vi�gorosos partidos comunistas de Europa. Tiene un numeroso grupo parlamentario. Y publica tres diarios.

La m�s trascendente de las reformas actua�das por el gobierno checoeslovaco es la de la propiedad de la tierra. La ley de abril de 1919 establece el derecho del Estado a confiscar la gran propiedad agraria y a repartirla entre los campesinos pobres. Esta ley considera la posibi�lidad o la conveniencia de crear, en otros casos, cooperativas agr�colas. Seg�n los datos que ten�go a la vista del "Annuaire du Travail", hasta el 31 de diciembre de 1921, el Estado hab�a con�fiscado el 16.3% de la superficie total de las tie�rras de cultivo. La confiscaci�n reconoce al terrateniente expropiado el derecho a una indem�nizaci�n calculada conforme al valor de la tierra entre 1913 y 1915. Le reconoce, adem�s, el dere�cho de conservar la propiedad hasta de quinien�tas hect�reas.

Este lado de la pol�tica checoeslovaca es el que atrae, preferentemente, la atenci�n de los es�tudiosos de asuntos econ�micos y pol�ticos. El gobierno de Masarick ha aplicado con parsimo�nia la ley agraria. La ha aplicado, sobre todo, contra los latifundistas alemanes y h�ngaros, mo�vido por un sentimiento nacionalista. La mayor parte de la propiedad agraria contin�a en ma�nos de los ricos terratenientes. Pero la sola ley representa una conquista revolucionaria que nin�g�n acontecimiento reaccionario podr� ya anu�lar. Esa ley no inaugura en Checoeslovaquia un r�gimen socialista. Mas liquida, por lo menos, un rezago del r�gimen feudal.

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades, Lima, 13 de Junio de 1925