OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

LA ESCENA POLACA*

 

Una de las reivindicaciones del programa wil�soniano que despertaron m�s universales simpat�as, fue la reivindicaci�n del derecho de Polo�nia a reconstituirse como naci�n libre. Durante m�s de un siglo, la historia del asesinato de la rep�blica y la naci�n polacas �consumado en 1792 por tres imperios, Alemania, Austria y Ru�sia, que representaban y encarnaban en esa �po�ca, a los ojos de toda la Europa liberal, el esp�ritu y el r�gimen de la Edad Media� hab�a sido el cap�tulo doloroso de la edad moderna sobre el cual hab�a llorado sus m�s exaltadas l�grimas el sentimentalismo de la democracia. Las figu�ras rom�nticas de los patriotas polacos, emigrados a Am�rica y a Europa occidental, interesa�ban y apasionaban a todos los esp�ritus liberales. El renacimiento, la reconstrucci�n de la heroica Polonia revolucionaria constitu�a uno de los ideales del mundo moderno. Estimulaba esta simpat�a la admiraci�n al �lan revolucionario de los leaders y agitadores polacos, prontamente ganados a la ideolog�a socialista. La social-democracia alemana contaba entre sus m�s nobles combatien�tes a dos polacos: Rosa de Luxemburgo y Le�n Joguisches. Pero a la popularidad polaca le ha to�cado, despu�s, una suerte parad�jica. Restaurada Polonia por el Tratado de Versalles, su nom�bre ha dejado casi inmediatamente de represen�tar un lema de la libertad y de la revoluci�n. Polonia se ha convertido en una de las ciudade�las de la pol�tica reaccionaria. La causa de este cambio no es de responsabilidad de los polacos. Depende casi exclusivamente de los intereses y las ambiciones de las potencias vencedoras. El pueblo polaco no tiene, en verdad, la culpa de que en Versalles se haya asignado a Polonia te�rritorios y poblaciones no polacas.

Nitti refleja en un cap�tulo de su libro La Decadencia de Europa el sentimiento de los de�m�cratas occidentales respecto de la Polonia creada en Versalles: "Surg�a �escribe� una Po�lonia, no ya cual Wilson la hab�a proclamado y cual todos la quer�an, una Polonia con elemen�tos seguramente polacos, sino con vastos secto�res de poblaciones alemanas y rusas y en la que los elementos polacos representan apenas poco m�s de la mitad. Esta nueva Polonia �que con sus tendencias imperiales se prepara a s� misma y a sus poblaciones renacidas un terrible desti�no, si no repara a tiempo estos errores� tiene una funci�n absurda, la de separar duramente Alemania y Rusia, esto es los dos pueblos m�s numerosos y m�s expansivos de Europa conti�nental, y la de ser un agente militar de Francia contra Alemania".

Contra Alemania y contra Rusia, realmente, ha inventado Francia esta Polonia desmesurada y excesiva que encierra dentro de sus artificia�les confines densas minor�as extranjeras desti�nadas a representar, en esta Europa post-b�lica, el mismo rol de minor�as oprimidas e irredentas representado tan heroica y rom�nticamente por los polacos antes de su liberaci�n y su resurgi�miento. En 1920, espoleada por su aliada y ma�drina Francia, turbada por la propia emoci�n de su victorioso renacimiento, Polonia acometi� una empresa guerrera. Atac� a Rusia con el doble ob�jeto de infligir un golpe a los soviets y de ensan�char m�s a�n su territorio. Parece evidente que Pildsuski acariciaba un amplio plan imperialista: la federaci�n de los estados b�lticos y algunos estados que forman parte de la uni�n rusa, bajo la tutela y el dominio de Polonia. Rusia, derrotada, habr�a quedado as� m�s alejada y separada que nunca de Occidente. Polonia, engrandecida, militarizada, habr�a pasado a ocupar un puesto entre las grandes potencias.

Estos ambiciosos designios no tuvieron fortuna. Polonia estuvo a punto de sufrir una tremenda derrota. El ej�rcito rojo, despu�s de rechazar a los polacos, avanz� hasta las puertas de Varsovia. Francia hubo de acudir sol�citamente en auxilio de su aliada. Una misi�n militar francesa asumi� la direcci�n de las operaciones. Varsovia fue salvada. Los rusos, que se hab�an alejado temerariamente de sus bases de aprovisionamiento, fueron expulsados. del territorio polaco. Pero Polonia no pudo llevar m�s alla la aventura. Entre Polonia y Rusia se pact� la paz en condiciones que restablec�an el statu-quo anterior al conflicto.

Despu�s, las relaciones polaco-rusas han sufrido varias crisis, pero uno y otro pa�s se han preocupado de mejorarlas. El cable nos ha comunicado hace pocos d�as que Tchicherin hab�a sido recibido cordialmente en Varsovia. Polonia necesita vivir en paz con Rusia. El rol militar que la pol�tica de Francia quiere hacerle jugar es el que menos conviene a sus intereses econ�mico. "Polonia �ha dicho Trotsky� puede ser, entre Rusia y Alemania, un puente o una barrera. De su elecci�n depender� la actitud de los soviets a su respecto". El tratado de Versalles, y, m�s que el tratado, la pol�tica del capitalismo occidental y en particular del imperialismo franc�s, no quieren que Polonia sea, entre Rusia y Alemania, un puente sino una barrera. Pero este prop�sito, esta exigencia, contrar�an y tuercen el natural destino hist�rico de la naci�n polaca. Y engendran un peligro para su porvenir. "Quienes han amado la causa de Polonia y han visto resurgir la naci�n polaca �dice Nitti� ven con angustia que la Polonia actual no puede du�rar, que debe necesariamente caer cuando Ale�mania y Rusia restablecidas reivindiquen sus de�rechos hist�ricos".

Ni la pol�tica ni la econom�a polacas aconse�jan ni consienten al gobierno de Polonia pro�yectos imperialistas y aventuras b�licas. El es�tado de la hacienda p�blica polaca revela un profundo desequilibrio econ�mico. En 1919 y 1920 las entradas cubrieron apenas el diez por ciento de los egresos fiscales. En 1922 la situa�ci�n se presentaba relativamente mejorada. Pero el d�ficit ascend�a siempre m�s o menos a la mita del presupuesto. El Estado polaco recurre, para satisfacer sus necesidades, a la emisi�n fiduciaria o a los empr�stitos en el extranjero. Fal�ta de cr�dito comercial, Polonia no puede obte�ner sino empr�stitos pol�ticos. Y estos empr�sti�tos pol�ticos significan la hipoteca a Francia de su soberan�a y su independencia. Polonia se mue�ve dentro de un c�rculo sin salida. Su desequili�brio econ�mico proviene en gran parte de los gastos militares y del oficio internacional a que la obligan sus compromisos con el capitalismo extranjero. Y para resolver los problemas de su crisis no tiene otro recurso que los empr�stitos destinados a agravar y ratificar m�s a�n esos compromisos.

Polonia es un pa�s en el cual el conflicto en�tre la ciudad y el campo, entre la industria y la agricultura, reviste por otra parte un car�cter agudo. El gobierno de Pildsuski necesita apoyarse en los elementos agrarios. Su base social-de�mocr�tica es demasiado exigua para asegurarle el dominio del pa�s y del parlamento. En 1918 el antiguo partido socialista polaco, se escision� co�mo los dem�s partidos socialistas europeos. El ala izquierda constituy� un partido comunista. El ala derecha sigui� a Pilsudski. En consecuen�cia, la Rep�blica polaca no cuenta con un arraigo s�lido en la poblaci�n industrial. El proleta�riado urbano, en gran parte, manifiesta un hu�mor revolucionario, que el orientamiento reaccio�nario del r�gimen se encarga cada vez m�s de exasperar. El gobierno de Pilsudski inspira su pol�tica en los intereses de los grupos agrarios nacionalistas y anti-semitas. Los tributos oprimen sobre todo a las ciudades con el fin de abrumar a los jud�os, que en toda Europa se caracterizan como elementos urbanos, al mismo tiempo que de contentar y favorecer los intereses rurales.

La tragedia post-b�lica se siente, m�s honda-mente que en las naciones occidentales, en estas nuevas o renovadas naciones de Europa Central. Ah� el desequilibrio, l�gicamente, es mucho ma�yor. Los rumbos de la pol�tica interna y externa son menos propios, menos aut�nomos, menos na�cionales. Todas estas naciones han adquirido te�rritorios y poblaciones ajenas a un alto precio: el de su libertad.

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades, Lima, 17 de Octubre de 1925.