OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

    

JAURES Y LA TERCERA REPUBLICA

 

 

La figura de Jaur�s es la m�s alta, la m�s noble, la m�s digna figura de la Troisi�me Republique.1 Jaur�s proced�a de una familia burguesa. Debut� en la pol�tica y en el parlamento en los rangos del radicalismo. Pero la atm�sfera ideol�gica y moral de los partidos burgueses no tard� en disgustarle. El socialismo ejerc�a sobre su esp�ritu robusto y combativo una atracci�n irresistible. Jaur�s se enrol� en las filas del proletariado. Su actitud, en los primeros tiempos, fue colaboracionista. Cre�a Jaur�s que los socialistas no deb�an excluir de su programa la colaboraci�n con un ministerio de la izquierda burguesa. Mas desde que la Segunda Internacional, en su congreso de Amsterdam, rechaz� esta tesis sostenida por varios l�deres socialistas, Jaur�s acat� disciplinadamente este voto. Le�n Trotsky, en un sagaz ensayo sobre la personalidad del gran tribuno, escribe lo siguiente: "Jaur�s hab�a entrado en el partido hombre maduro ya, con una filosof�a idealista completamente formada. Esto no 1e impidi� curvar su potente cuello (Jaur�s era de una complexi�n atl�tica) bajo el yugo de la disciplina org�nica y varias veces tuvo la obligaci�n y la ocasi�n de demostrar que no solamente "sab�a mandar sino tambi�n someterse".

Jaur�s dirigi� las m�s brillantes batallas parlamentarias del socialismo franc�s. Contra su parlamentarismo, contra su democratismo, insurgieron los te�ricos y los agitadores de la extrema izquierda proletaria. George Sorel y los sindica listas denunciaron esta praxis2 como una deformaci�n del esp�ritu revolucionario del marxismo. Mas el movimiento obrero, en los tiempos preb�licos, como se ha dicho muchas veces, no se inspir� en Marx sino en Lassalle. No fue revolucionario sino reformista. El socialismo se desarroll� insertado dentro de la democracia. No pudo, por ende, sustraerse a la influencia de la mentalidad democr�tica. Los l�deres socialistas ten�an que proponer a las masas un programa de acci�n inmediata y concreta, como �nico medio de encuadrarlas y educarlas dentro del socialismo. Muchos de estos l�deres perdieron en este trabajo toda energ�a revolucionaria. La praxis sofoc� en ellos la teor�a. Pero a Jaur�s no es posible confundirlo con estos revolucionarios domesticados. Una personalidad tan fuerte como la suya no pod�a dejarse corromper ni enervar por el ambiente democr�tico. Jaur�s fue reformista como el socialismo de su tiempo, pero dio siempre a su obra reformista una meta revolucionaria.

Al servicio de la revoluci�n social puso su inteligencia profunda, su rica cultura y su indomable voluntad. Su vida fue una vida dada �ntegramente a la causa de los humildes. El libro, el peri�dico, el parlamento, el mitin; todas las tribunas del pensamiento fueron usadas por Jaur�s en su larga carrera de agitador. Jaur�s fund� dirigi� el diario L`Humanit�, perteneciente en la actualidad al Partido Comunista. Escribi� muchos vol�menes de cr�tica social e hist�rica. Realiz�, con la colaboraci�n de algunos estudiosos del socialismo y de sus ra�ces hist�ricas, una obra potente: la Historia Socialista de la Revoluci�n Francesa.

En los ocho vol�menes de esta historia, Jaur�s y sus colaboradores enfocan los episodios y el panorama de la Revoluci�n Francesa desde puntos de vista socialistas. Estudian la Revoluci�n como fen�meno social y como fen�meno econ�mico, sin ignorarla ni disminuirla como fen�meno espiritual. Jaur�s, en esta obra, c�mo en toda su vida, conserva su gesto y su posici�n idealistas. Nadie m�s reacio, nadie m�s adverso que Jaur�s a un materialismo fr�o y dogm�tico. La cr�tica de Jaur�s proyecta sobre la Revoluci�n del 89 una luz nueva. La Revoluci�n Francesa adquiere en su obra un contorno n�tido. Fue una revoluci�n de la burgues�a, porque no pudo ser una revoluci�n del proletariado. El proletariado no exist�a entonces como clase organizada y conciente. Los proletarios se confund�an con los burgueses en el estado llano, en, el pueblo. Carec�an de un ideario y una direcci�n clasista. Sin embargo, durante los d�as pol�micos de la revoluci�n, se habl� de pobres y ricos. Los jacobinos, los babouvistas3 reivindicaron los derechos de la plebe. Desde muchos puntos de vista la revoluci�n fue un movimiento de sans culottes.4 La Revoluci�n se apoy� en los campesinos que constitu�an una categor�a social bien definida. El proletariado urbano estaba representado por el artesano en el cual prevalec�a un esp�ritu peque�o-burgu�s. No hab�a a�n grandes f�bricas, grandes usinas. Faltaba, en suma, el instrumento de una revoluci�n socialista. El socialismo, adem�s, no hab�a encontrado todav�a su m�todo. Era una nebulosa de confusas y abstractas utop�as. Su germinaci�n, su maduraci�n, no pod�a producirse sino dentro de una �poca de desarroll� capitalista. As� como en la entra�a del orden feudal se gest� el orden burgu�s, en la entra�a del orden burgu�s deb�a gestarse el orden proletario. Finalmente, de la revoluci�n francesa eman� la primera doctrina comunista: el babouvismo.

El tribuno del socialismo franc�s, que demarc� as� la participaci�n material y espiritual del proletariado en la revoluci�n francesa, era un idealista, pero no un utopista. Los motivos de su idealismo estaban en su educaci�n, en su temperamento, en su psicolog�a. No se aven�a con su mentalidad un socialismo esquem�tica y secamente materialista. De all�, en parte, sus contrastes con los marxistas. De all� su adhesi�n honrada y sincera a la idea de la democracia. Trotsky hace una definici�n muy exacta de Jaur�s en las siguientes l�neas: "Jaur�s entr� en la arena pol�tica en la �poca m�s sombr�a de la Tercera Rep�blica, que no contaba entonces sino una quincena de a�os de existencia y que, desprovista de tradiciones s�lidas, ten�a que luchar contra enemigos poderosos. Luchar por la Rep��blica, por su conservaci�n, por su depuraci�n. He aqu� la idea fundamental de Jaur�s, la que inspira toda su acci�n. Buscaba Jaur�s para la Rep�blica una base social m�s amplia; quer�a llevar la Rep�blica al pueblo para hacer del Es�tado republicano el instrumento de la econom�a socialista. El socialismo era para Jaur�s el solo medio seguro de consolidar la Rep�blica y el solo medio posible de completarla y terminarla. En su aspiraci�n infatigable de la s�ntesis idealista, Jaur�s era, en su primera �poca, un dem�crata pronto a adoptar el socialismo; en su �ltima �po�ca, un socialista que se sent�a responsable de toda la democracia".

El asesinato de Jaur�s cerr� un cap�tulo de la historia del socialismo franc�s. El socialismo democr�tico y parlamentario perdi� entonces a su gran l�der. La guerra y la crisis post-b�lica vi�nieron m�s tarde a invalidar y a desacreditar el m�todo parlamentario. Toda una �poca, toda una fase del socialismo, concluy� con Jaur�s.

La guerra encontr� a Jaur�s en su puesto de combate. Hasta su �ltimo instante, Jaur�s trabaj�, con todas sus fuerzas, por la causa de la paz. Su verbo ulul� contra el gran crimen en Par�s y en Bruselas. Unicamente la muerte pudo ahogar su elocuente voz acusadora.

Le toc� a Jaur�s ser la primera v�ctima de la tragedia. La mano de un oscuro nacionalista, armada moralmente por L'Action Franaise y por toda la prensa reaccionaria, abati� al hombre m�s grande de la Tercera Rep�blica. M�s tarde, la Tercera Rep�blica deb�a renegarlo absolviendo al asesino.


NOTAS:

1 Tercera Rep�blica. Francia ha conocido cinco rep�blicas en diferentes etapas hist�ricas.

2 En griego significa acci�n.

3 Ver Baboeuf Cayo Graco en el I. O.

4 Esta es, sin las bragas o calzones que usaban los miembros de la nobleza. El pueblo usaba pantalones.