OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

     

LA REVISION DE LA OBRA DE ANATOLE FRANCE

 

 

En los funerales de Anatole France, todos los estratos sociales y todos los sectores pol�ticos quisieron estar representados. La derecha, el centro y la izquierda, saludaron la memoria del ilustre hombre de letras. Los sobrevivientes del pasado, los artesanos del presente y los precursores del porvenir coincidieron, casi un�nimes, en este homenaje f�nebre. La vieja guardia del partido comunista franc�s escolt� por las calles de Par�s los restos de Anatole France. Hubo pocas abstenciones. Pravda, �rgano oficial de Rusia sovietista, declar� que en la persona de Anatole France la vieja cultura tend�a la mano a la humanidad nueva.

Pero este casi armisticio que, en una �poca de aguda beligerancia, colocaba la figura de Anatole France por encima de la guerra de clases, no dur� sino un segundo. Fue s�lo la ilusi�n de un armisticio. Algunos intelectuales de extrema derecha y de extrema izquierda sintieron la necesidad de esclarecer y de liquidar el equ�voco. La juventud comunista francesa neg� su voto a la gloria del maestro muerto. En un n�mero especial de Clart�, cuatro escritores clartistas definieron agresivamente la posici�n antifrancista de su grupo. Y, por su parte, los representantes ortodoxos de la ideolog�a reaccionaria, cat�lica y tradicionalista, separ�ndose de Charles Maurras, rehusaron su acatamiento a Anatole France, a quien no pod�an perdonar, ni a�n in extremis,1 el sentimiento anticristiano y anticlerical que constituye la trama espiritual de todo su arte.

De esta revisi�n de la obra de Anatole France, �nicamente las cr�ticas de la extrema izquierda tienen verdadero inter�s hist�rico. Que la Aristocracia y el Medioevo excomulguen a Anatole France, por su paganismo y su nihilismo, no puede sorprender absolutamente a nadie. Anatole France no fue nunca un literato en olor de santidad cat�lica y conservadora. Su filiaci�n socialista situaba, normalmente, a France al lado del proletariado y de la revoluci�n. France era com�nmente designado como un patriarca de los nuevos tiempos. La sola cr�tica nueva, la sola cr�tica iconoclasta que se formula contra su personalidad literaria es, por consiguiente, la que le discute y le cancela este t�tulo.

El documento m�s autorizado y caracter�stico de esta cr�tica es el panfleto de Clart�. Anatole France, como es notorio, dio su nombre y su adhesi�n al movimiento clartista. Suscribi� con Henri Barbusse los primeros manifiestos de la Internacional del Pensamiento. Se enrol� entre los defensores de la Revoluci�n rusa. Se puso al flanco del comunismo franc�s. Su vejez, su fatiga, su gloria y su arterioesclerosis no le consintieron seguir a Clart� en su r�pida trayectoria. Clart� marchaba aprisa, por una v�a demasiado ruda, hacia la revoluci�n. La culpa no era de Anatole France ni de Clart�. France pertenec�a a una �poca que conclu�a; Clart� a una �poca que comenzaba. La historia, en suma, ten�a que alejar a Clart� de Anatole France y de su obra.

La obra de France encuentra su m�s severo tribunal en el grupo de intelectuales organizado o bosquejado bajo su auspicio. Esta circunstancia confiere a la cr�tica de Clart� un valor singular.

Marcel Fourrier no cree que se pueda establecer una distinci�n entre France hombre de letras y France hombre pol�tico. Clart� no puede pronunciarse sobre una obra, cualquiera que esta obra sea, sin examinarla desde un punto de vista social, "Sobre este plano �escribe� y con pleno conocimiento de causa, nosotros repudiamos la obra de France. Estamos animados en esta revista por una preocupaci�n demasiado viva de probidad intelectual para poder hablar diversamente a un p�blico que aprecia la nuestra franqueza. La obra de France niega toda la ideolog�a proletaria de la cual ha brotado la Revoluci�n Rusa. Por su escepticismo superior y su ret�rica untuosa, France se halla singularmente emparentado a todo el linaje de socialistas burgueses". Luego estudia Fourrier los m�viles y los est�mulos de la conducta de Franca den dos cap�tulos sustantivos de la historia francesa: la cuesti�n Dreyfus y la gran guerra. En ambos instantes, France sostuvo la pol�tica de la �uni�n sagrada�. Su gaseoso pacifismo capitul� ante el mito de  la guerra por la Democracia. A este pacifismo no torn� sino despu�s de 1917 cuando Romain Rolland, Henri Barbusse y otros hombres hab�an suscitado ya una corriente pacifista.

El oportunismo mundano de Anatole France es acremente condenado por Jean Bernier. Con mordacidad y agudeza maltrata la est�tica del maestro, que "ajusta sus frases, combina sus proporciones y carda sus ep�tetos", perennemente fiel a un gusto mitad preciosista, mitad parnasiano. "El hombre, sus instintos y sus pasiones, sus amores y sus odios, sus sufrimientos y sus esfuerzos, todo esto resulta extra�o a esta obra". Bernier se opone, con tanta vehemencia como Fourrier, a toda tentativa de anexar la literatura de Anatole France a la ideolog�a de la revoluci�n.

Otro de los escritores de Clart�, Edouard Berth, disc�pulo remarcable de Jorge Sorel, ve en Anatole France uno de los representantes t�picos del fin de una cultura. Piensa que las dos familias espirituales, en que se ha dividido siempre la Francia burguesa, han tenido en Barres y en Anatole France sus �ltimos representantes. La cultura burguesa �dice� ha cantado en la obra de ambos escritores su canto del cisne. Observa Berth que nadie ama tanto al maestro como "ciertas mujeres, jud�as cerebrales, grandes burguesas blas�es,2 a quienes el epicureismo, aliado a un misticismo florido y perfumado y a un revolucionarismo distinguido, hace el efecto de una caricia in�dita; y ciertos curas en quienes el catolicismo eso hijo del Renacimiento y de Horacio m�s que del Evangelio, prelados untuosos, finos humanistas y diplom�ticos consumados de la corte romana".

Anatole France ha, sido considerado siempre como un griego de las letras francesas. Contra este equ�voco insurge George Michael, otro escritor, de Clart�, que desnuda la Grecia postiza de los humanistas franceses. La Grecia, que estos nelenistas admiran y conocen, es la Grecia de la decadencia. Anatole France como todos ellos, se ha complacido y se ha deleitado en la evocaci�n voluptuosa de la hora decadente, ret�rica, esc�ptica, crepuscular, de la civilizaci�n hel�nica.

Tales impresiones sobre el arte de Anatole France ven�an madurando, desde hace alg�n tiempo en la conciencia de los intelectuales nuevos. Ahora adquieren expresi�n y precisi�n. Pero, larvadas, bosquejadas, se difund�an en la inteligencia y en el esp�ritu contempor�neo, especialmente en los sectores de vanguardia, desde el comienzo de la crisis post-b�lica. A medida que esta crisis progresaba se sent�a en una forma m�s categ�rica e intensa que Anatole France correspond�a a un estado de �nimo liquidada por la guerra. Malgrado su adhesi�n a Claridad y a la Revoluci�n rusa, Anatole France no Pod�a ser considerado como un artista o un pensador de la humanidad nueva. Esa adhesi�n expresaba, a lo sumo, lo que Anatole France quer�a ser; no lo que Anatole France era.

Tambi�n de mi alma, como de otras, se borraba poco a poco la primera imagen de Anatole France. Hace tres meses, en un art�culo escrito en ocasi�n de su muerte, no vacil� en clasificar a Anatole France como un literato fin de siglo. "Pertenece �dije� a la �poca indecisa, fatigada, de la decadencia burguesa".

Pienso, sin embargo, que la requisitoria de Clart� es, en algunos puntos, como todas las requisitorias, excesiva y extremada. En la obra de Anatole France es ciertamente, vano y absurdo buscar el esp�ritu de una humanidad nueva. Pero lo mismo se puede decir de toda la literatura de su tiempo. El arte revolucionario no precede a la Revoluci�n. Alejandro Blok; cantor de las jornadas bolcheviques, fue antes de 1917 un literato de temperamento decadente y nihilista. Arte decadente tambi�n, hasta 1917, el de Mayaskowski. La literatura contempor�nea no se puede librar de la enfermiza herencia que alimenta sus ra�ces. Es la literatura de una civilizaci�n que tramonta. La obra de Anatole France no ha podido ser una aurora. Ha sido, por eso, un crep�sculo.


NOTAS:

1 Al final de su vida.

2 Cansadas, hastiadas.