OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

MARIATEGUI Y SU TIEMPO

    

      

LA OBRA ESCRITA

 

Mari�tegui public� su primer libro el a�o 1925: La Escena Contempor�nea. Los art�culos que componen este libro hab�an aparecido ya en las revistas peruanas; su novedad era, pues, s�lo relativa. En �l est� reflejada su experiencia europea; an�lisis del fascismo, crisis de la democracia, retratos �giles de los grandes personajes de la hora: Lloyd George, Wilson, Mussolini, Nitti, Lenin, Lunatcharsky, etc. En este libro se observa que Mari�tegui comienza a manejar el m�todo marxista y que no tiene a�n la seguridad que m�s tarde demostrar�a al estudiar la realidad peruana. Pero esta condici�n era lo que precisamente lo hac�a accesible al entendimiento de grandes masas de lectores, le�vantando el nivel cultural del pueblo y de los mismos escritores. Es as� c�mo en tales art�culos, ni Lenin aparece como un degollador ebrio de sangre, ni Mussolini aparece como criminal odiado por todos los italianos. Lenin es el genio de un movimiento hist�rico en funci�n de avance. Mussolini, en funci�n de retroceso dentro de la evoluci�n humana, que marcha hacia formas definidas de justicia social y universalismo. Y al principio causaba cierta extra�eza el o�rle hablar del "condottiero" no sin cierto respeto y admiraci�n. S�lo despu�s de muchos a�os y de una larga experiencia nos ha sido dado comprender, lo justo de su actitud. Y bien sabemos que en la actualidad, el cuerpo entero del "C�sar contempor�neo" se ve hundido en la sangre inocente de Italia, adem�s de haber puesto en vigencia la m�s condenable mitolog�a del hombre; pero hay otros horribles personajes contempor�neos que aparecen, por lo general, con rostros franciscanos y que, haciendo oraciones por la Paz, no est�n por eso menos hundidos en ese mismo mar de sangre. �Arc�ngeles de la Paz que vuelan hasta Munich! �C�mplices del crimen por cobard�a o conveniencia! La historia lanzar� sobre ellos su maldici�n eterna. Mari�tegui hablaba, pues, del "condottiero" con ese respeto que infunden las b�rbaras fuerzas de la Naturaleza, no realmente como el causante del fascismo, sino, m�s bien, como la consecuencia, la creaci�n de esa exacerbaci�n patriotera que brot� en el pueblo italiano de la postguerra.

S�lo despu�s de publicada La Escena Contempor�nea naci� en Mari�tegui el prop�sito de entrar, armado con su nuevo m�todo de conocimientos, en el terreno virgen de los problemas peruanos que, con ciertas variantes, son los mismos de toda Hispanoam�rica.

�En qu� consisti� esencialmente este m�todo de conocimientos? �En qu� consiste esta nueva manera de ver al mundo trat�ndose de Mari�tegui? Recordar� sus pl�ticas, sus conversaciones para esforzarme en hacer una s�ntesis, lo m�s clara posible:

"�El marxismo �sol�a decir a veces� es el camino nuevo por el que muchos hombres encauzan ciertos anhelos eternos, que son privati�vos de la humanidad: anhelo de libertad, anhelo y fuerza de sacrificio por los dem�s y por uno mismo, anhelo de inmortalizarse en la historia, tambi�n acaso... A veces creo que se trata de una nueva forma de vivir el sentimiento religioso... Pero tambi�n es algo mucho m�s concreto: es un m�todo de conocimiento que nos lleva a una nueva concepci�n del mundo. Y ese m�todo tiene su filosof�a: el materialismo dia�l�ctico. Marx, como es sabido, fund� sus teor�as sirvi�ndose de los �ltimos resultados .a que hab�an llegado las ciencias econ�micas en Inglaterra, la filosof�a en Alemania y los movimientos y experiencias sociales en Francia. En su aspecto filos�fico, el marxismo no viene a ser, en resumidas cuentas, m�s que una rectificaci�n del hegelianismo �rectificaci�n ya iniciada por Feuerbach. La base del sistema hegeliano establece que la vida es "devenir", y que este devenir, esta continua transformaci�n se realiza siguiendo una ley general: todo fen�meno, al desarrollarse, desarrolla su contrario. Esta dos fuerzas est�n llamadas a tener un encuentro violento, un choque del que surge un nuevo fen�meno. Este nuevo fen�meno, al desarrollarse, forja al mismo tiempo su contrario. Y el proceso sigue as�, hasta el infinito. Es el juego de la tesis, de la ant�tesis y de la s�ntesis, que ya los griegos conoc�an rudimentariamente. �Y en qu� consiste la fuerza, el sentido esencial que impulsa al fen�meno? Hegel contesta: el principio de evoluci�n. Aplicado a explicar el mundo, la existencia, el m�todo de Hegel parte de un supuesto metaf�sico: la existencia de la raz�n en el origen de las cosas (los griegos la llamaban logos; los escol�sticos, Dios). Esta raz�n (tesis), al desarrollarse, desarrolla su contraria, la Naturaleza (ant�tesis); del choque de estas fuerzas surge la Humanidad (s�ntesis). Por ese camino y continuando la especulaci�n de base metaf�sica, Hegel llega, en un momento dado, a un juego verdaderamente irrisorio1, en el que ya no se entiende si hay o no hay Dios y en el que el Es�tado absolutista y militarista prusiano de los Hohenzollern resulta ser la encarnaci�n de Dios. De esta manera resultaba que un fil�sofo genial, el m�s grande de los fil�sofos alemanes, seg�n opini�n de los entendidos, "invalidaba su sistema a causa de que su m�todo marchaba sin tener en cuenta la observaci�n directa de los fen�menos naturales, subordinando a las fan�tas�as de su imaginaci�n, que a veces resultan de una belleza incomparable, los fen�menos de la naturaleza".

"Marx, que hab�a sido hegeliano en sus comienzos, descubre esta debilidad del hegelianis�mo, gracias a los avances que Feuerbach hab�a realizado en el camino del materialismo, y lo rectifica: la dial�ctica de Hegel se invalida a causa de su idealismo (idealismo en el sentido filos�fico; o mejor dicho, tendencia filos�fica que hace partir de la idea o del esp�ritu el principio de las cosas, pero que no da preeminencia a la materia sobre el esp�ritu), a causa de su car�cter metaf�sico. Por eso camina de cabeza, dice gr�ficamente Engels. Hay que prescindir de la metaf�sica, especulaci�n mental que no ha lle�gado a ser m�s que elucubraci�n impotente e in�til. Hay que conformarse con la observaci�n y la experiencia de nuestros sentidos: el cerebro no nace de la idea, sino, al contrario, la idea del cerebro; el esp�ritu nace, pues, de la materia (materialismo). Y en este caso, la dial�ctica marchar� de pie: materialismo dial�ctico. Pero hay algo m�s a�n. �Qu� es lo que mueve, lo que impulsa a este juego dial�ctico, cuando se trata del desarrollo de la sociedad humana? Marx dice: "las formas de producci�n". Una sociedad es lo que son sus formas de producci�n. Y esta sociedad, al desarrollarse, desarrolla su contraria: la sociedad feudal desarrolla en su seno a la burgues�a; de su choque surge la sociedad capitalista, la que al desarrollarse, a su vez, crea al proletariado, etc. En primer lugar, queda establecido, pues, que en la Naturaleza todo es "devenir", que la idea nace de la materia; que las sociedades humanas nacen, crecen, llegan a su decadencia y desaparecen por el choque de nuevas sociedades, y, por �ltimo, que la palanca esencial del desarrollo social est� constituida por las formas de producci�n o sea, por la econom�a. Este m�todo de conocimiento que acabamos de esbozar est�, como se ve, al alcance de cualquiera persona medianamente entera en filosof�a, en sociolog�a y en historia. Y, efectivamente, son legi�n los que tratan de emplearlo. Sin embargo, pasa con �l lo mismo que con el bistur�. Su empleo y su eficacia dependen exclusivamente de la inteligencia, la habilidad, la pericia de quien lo emplea. Y hay muy pocos grandes cirujanos, como hay muy pocos grandes marxistas".

�Mari�tegui fue el gran marxista de Hispano�am�rica? Por lo menos fue el primero en aplicar el m�todo a nuestras realidades, fue el primero en darle la m�s alta categor�a intelectual que le pertenece. Poco importa que haya podido equivocarse �si es que se equivoc� en ciertos puntos. Los m�s grandes marxistas han tenido que rectificarse muchas veces. El lo habr�a hecho tambi�n, estamos enteramente seguros de ello, si la muerte no le hubiera golpeado en los comienzos mismos de su labor. Pero, en todo caso, las bases fundamentales de su obra, junto con la honradez, el fervor, la devoci�n, el hero�smo que puso al hacerlo, son m�s que suficientes para consagrar su nombre entre los m�s grandes y mejores de Am�rica.

Los Siete ensayos de interpretaci�n de la realidad peruana, publicados en un volumen el a�o 1928, comienzan por estudiar la realidad econ�mica de nuestro pa�s, analizando el proceso a partir del incario y la conquista espa�ola. Un r�gimen de econom�a agraria, con ciertas formas colectivas de producci�n sobre el que imperaba la casta de los incas, es reemplazado incompleta y defectuosamente por un sistema latifundista, en el que el trabajo de las minas diezma y empobrece a la poblaci�n ind�gena. Este r�gimen feudal arraiga poderosamente. De tal manera que, cuando llega el momento de la independencia americana, la mayor�a de sus formas permanecen en plena vigencia: latifundismo, cultivo elemental de la tierra, industria completamente incipiente. Cien a�os de Rep�blica, si bien han servido para desarrollar determinados aspectos secundarios de la econom�a, han dejado intactos los grandes problemas nacionales: el de nuestros cuatro millones de indios, por ejemplo, que apenas empiezan a salir de su secular servidumbre y analfabetismo, con sus instituciones aut�ctonas descoyuntadas, su religi�n desnaturalizada y su cultura ya casi extinguida. "La cuesti�n ind�gena �dice Mari�tegui en la obra de que hablamos� arranca de nuestra econom�a; tiene sus ra�ces en el r�gimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administraci�n o polic�a, con m�todos de ense�anza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial y adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los "gamonales"2. Y esta misma idea se repite en otros t�rminos: "El socialismo nos ha ense�ado a plantear el problema ind�gena en nuevos t�rminos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente, como problema �tico o moral, para reconocerlo concretamente como problema econ�mico, social y pol�tico. Y entonces lo hemos sentido por primera vez esclarecido y demarcado". (Siete Ensayos). Despu�s habla el creyente fervoroso: "La redenci�n, la salvaci�n del indio, he ah� el programa y la meta de la redenci�n peruana. Los hombres nuevos quieren que el Per� repose sobre sus naturales cimientos biol�gicos". Y: '"El Per� tiene que optar por el gamonal o por el indio. Este es su dilema. No existe un tercer camino. Planteado este sistema, todas las cuestiones de arquitectura del r�gimen pasan a segundo t�rmino. Lo que importa a los hombres nuevos es que el Per� se pronuncie contra el gamonal, por el indio".

Con todos los grandes creyentes que saben entregarse plenamente a la defensa de una cau�sa, pasa lo mismo: llegan a desestimar todo lo que les parece perturbarla o perjudicarla. Y as� como el insigne fraile Bartolom� de las Casas crey� justo y normal posponer al negro en beneficio del indio, as� Mari�tegui habr�a pospuesto llanamente al mestizo, si alg�n beneficio hu�biera reportado a la v�ctima esclavizada durante siglos; por eso le oiremos exclamar: "El cruzamiento del invasor no hab�a producido en el Per� un tipo m�s o menos homog�neo. A la sangre ibera y quechua se hab�a mezclado un copioso torrente de sangre africana. M�s tarde, la importaci�n del cool� deb�a a�adir a esta mezcla un poco de sangre asi�tica. Por ende, no hab�a un tipo sino diversos tipos de criollos, de mestizos. La fusi�n de tan dis�miles elementos �tnicos se cumpl�a, por otra parte, en un tibio, sedante pedazo de tierra baja, donde una naturaleza indecisa y negligente no pod�a imprimir en el blando producto de esta experiencia so�ciol�gica un fuerte sello individual". Hay en estas palabras una generosidad sin l�mites, porque est�n nada menos que en labios de un mestizo de sangre ind�gena y espa�ola; de un "producto sociol�gico" que honra ciertamente a la especie humana, y que advierte al mundo lo que puede esperarse de esta Am�rica a cuya sangre aut�ctona ha venido a mezclarse la sangre de otras razas. Mari�tegui, Palma, Valdelomar, Vallejo, Sabogal, Camilo Blas, nuestras m�s altas expresiones espirituales, son producto de estos cruces de sangre europea y americana. Exceso de generosidad en una apreciaci�n de orden secundario, pero, en todo caso, justeza en el planteamiento y en la soluci�n esencial del problema: "La cuesti�n ind�gena arranca de nuestra econom�a, tiene sus ra�ces en el r�gimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medios de administraci�n o de polic�a, con m�todos de ense�anza o con obras de via�lidad, constituye un trabajo superficial y objetivo, mientras subsista la feudalidad de los "gamonales".

El problema de la ense�anza est� tambi�n estrechamente ligado a la econom�a de una sociedad determinada, a las necesidades de la producci�n. El r�gimen feudal de grandes latifundios, en los que el hombre no necesita de mayores conocimientos para poder inclinarse y cultivar el suelo, para rezar, esperanzado en la gloria eterna, por la salvaci�n de su vida de ultratumba, no necesitaba de escuelas y maestros en la forma como fueron necesarios para el r�gi�men capitalista, cuyos obreros en las f�bricas deben tener por lo menos elementales conoci�mientos escolares. Tal es la raz�n de que nues�tros pa�ses, subdesarrollados, se encuentran al mismo tiempo semianalfabetos, y la ense�anza haya tenido que sufrir las influencias de otros pueblos, sin haber podido ni asimilarlas, ni de�finir a�n su personalidad.

Mari�tegui estudia el proceso que arranca de la conquista y analiza las influencias, y dice justamente: "La historia de la educaci�n p�blica en el Per� se divide en tres per�odos que se�a�lan tres influencias (espa�ola, francesa, norteamericana). Los l�mites de cada per�odo no son muy precisos. Pero en el Per�, �ste es un defecto com�n a casi todos los fen�menos y a casi todas las cosas. Hasta en los hombres, rara vez se observa un contorno neto, un perfil categ�rico. Todo aparece siempre un poco borroso, un poco confuso".

Y despu�s escribe: "El problema est� en las ra�ces mismas de este Per� hijo de la conquis�ta. No somos un pueblo que asimila las ideas y los hombres de otras naciones, impregn�ndo�los de su sentimiento y su ambiente, y que de esta suerte enriquecen, sin deformarlo, su esp�ritu nacional. Somos un pueblo en el que conviven, sin fusiones a�n, sin entenderse todav�a, ind�genas y conquistadores. La Rep�blica se siente y hasta se confiesa solidaria con el Virreinato. Como el Virreinato, la Rep�blica es el Per� de los colonizadores m�s que de los regn�colas. El sentimiento y el inter�s de las cuatro quintas partes de la poblaci�n no juegan casi nin�g�n papel en la formaci�n de la nacionalidad y de las instituciones".

El r�gimen feudal del conquistador no hab�a dejado efectivamente un m�todo pedag�gico, o hab�a dejado, podemos agregar, un m�todo caduco; por eso, cuando la independencia se hizo con los ojos puestos en la Francia de los derechos del hombre, trat� tambi�n de importar desde all� mismo sus m�todos de ense�anza. Por �ltimo, la influencia norteamericana se dej� sentir como una consecuencia de la penetraci�n econ�mica del capitalismo yanqui.

La misma devoci�n fervorosa con que Mari�tegui se entreg� a la defensa del indio, haci�ndole subestimar el elemento mestizo o criollo, le har� tambi�n supervalorar el sentimiento y las formas religiosas del Tahuantinsuyo, al hablarnos del "pante�smo de los indios", de su "unidad religiosa y pol�tica". Todo est� supedi�tado a su finalidad de conseguir la rehabilitaci�n del indio y con ello, el engrandecimiento del Per�.

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En realidad, el conocimiento objetivo de la historia establece que esa unidad de la religi�n y la pol�tica, esa compenetraci�n absoluta del Estado y la Iglesia en manos del Monarca, que aun exist�a en el Tahuantinsuyo cuando llegaron los espa�oles, constituye nada m�s que una etapa en la evoluci�n religiosa de los pueblos. Ya los egipcios del II Imperio la hab�an superado. Los jud�os, los griegos y los romanos tambi�n. El cristianismo hab�a puesto h�bitos nuevos en esa superaci�n a la que la sociedad humana hab�a llegado, precisamente, a medida que sus formas sociales evolucionaban. El imperio de los incas se encontraba a�n en plena idolatr�a y hasta exist�a el sacrificio de los seres humanos a los dioses. El cristianismo estaba llamado, pues, hist�ricamente, a terminar con todas esas reminiscencias ancestrales, a sofocar todas esas rudimentarias creencias religiosas, como lo hab�a hecho ya en Europa cada vez que se encontr� con pueblos menos evolucionados: con la religi�n de los romanos, primero. Y despu�s, Roma cristianizada acab� con todos los mitos y religiones de los galos, de los germanos, de los vikingos. Lo que se debe lamentar en todo caso es que la conquista espa�ola no haya podido, por diferentes causas, poner al indio en condiciones de asimilar enteramente y profesar en su integridad una religi�n infinitamente superior a la del incario. Lo que se debe lamentar es que el indio permanezca al margen de las instituciones occidentales, al margen de su ciencia, la m�s formidable conquista de los tiempos modernos. Esa es la desgracia, no s�lo del indio, sino tambi�n de otras razas de historia mucho m�s rica: los persas, los hind�es y los chinos que dieron a la humanidad "nombres tan trascendentales como el de Zoroastro, Budha y Confucio. Esa ignorancia de la ciencia occidental es lo que los mantiene en inferioridad de condiciones con respecto al Occidente3.

Y en cambio, cu�nta lucidez hay en la mente de Mari�tegui cuando analiza un punto, una si�tuaci�n en la que hay una fuerza actuante, aunque sea m�nima, en favor del indio: as�, al hablar de la influencia cat�lica espa�ola, escribe: "Durante el coloniaje, a pesar de la inquisici�n y la contrarreforma, la obra civilizadora es, sin embargo, en su mayor parte, religiosa y eclesi�stica. Los elementos de educaci�n y de cultura se concentraban exclusivamente en manos de la Iglesia. Los frailes contribuyeron a la organizaci�n virreinal, no s�lo con la evangelizaci�n de los infieles y la persecuci�n de las herej�as, sino con la ense�anza de artes y oficios y el esta�blecimiento de cultivos y obrajes. En tiempos en que la ciudad de los virreyes se reduc�a a unos cuantos r�sticos solares, los frailes fundaron aqu� la primera Universidad de Am�rica. Importaron, con sus dogmas y sus ritos, semillas, sarmientos, animales dom�sticos y herramientas. Estudiaron las costumbres de los naturales, recogieron sus tradiciones, allegaron los primeros materiales de su historia. Jesu�ticos y dominicos, por una suerte de facultad de adap�taci�n, captaron no pocos secretos de la historia y el esp�ritu ind�genas. Y los indios explotados en las minas, en los obrajes y las "encomiendas" encontraron en los conventos, y a�n en los curatos, sus m�s eficaces defensores. El padre De las Casas, en quien florec�an las mejores virtudes del misionero, del evangelizador, tuvo precursores y continuadores".

Por tratarse de temas que afectan intereses seculares, estos ensayos se prestan a la pol�mica, incluyendo el que se refiere al proceso de la literatura. Algunos comentaristas han hecho ver ya que Mari�tegui sobrestim� all� a ciertas figuras literarias de segundo o tercer orden. A pesar de que no tenemos a�n la perspectiva de tiempo necesario para hacer un juicio sereno de esos escritores peruanos contempor�neos, es posible afirmar ya que Mari�tegui no acert�, efectivamente, al juzgar la calidad del artista. Pero lo que no se puede negar en ning�n caso es que lo hizo por generosidad y por esp�ritu de proselitismo, quiz�s a sabiendas, porque en �ltimo t�rmino, para el creyente que se agitaba en �l, primaba antes que el criterio del literato, el captador de esp�ritus nuevos para sus ideas y su fe.

Adem�s, nadie puede negar tampoco que en ese ensayo se presenta por primera vez el escritor en funci�n de las fuerzas sociales de su propio tiempo. Multitud de sus observaciones son enteramente nuevas, y las l�neas generales del esbozo son hasta tal punto definitivo, que ser� necesario referirse a ellas cada vez que quieran hacerse estudios m�s amplios de la literatura peruana. Sus cortos ensayos sobre Vallejo y Eguren, son por lo pronto, ejemplares y definitivos.

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Por ese entonces surgi� la idea del Apra y la oposici�n de Mari�tegui. Hacia el a�o 1927, Haya de la Torre se encontraba en Inglaterra, des�pu�s de haber vivido en otros pa�ses de Europa, incluyendo Rusia. El joven universitario que sa�li� del Per� lleno de �mpetu y de grandes ilusiones hab�a enriquecido sus conocimientos al ponerse en contacto con otros medios m�s avanzados y otras realidades m�s amplias.

Sin embargo, Europa no influy� de manera decisiva, ni en su personalidad ni en su destino. Por las condiciones en que se realizaba su viaje a Rusia, habr�a sido de esperarse que ingresara a la III Internacional, pero no fue as�. Haya continu� actuando fuera de todo partido. Y lo hizo al parecer, por dos causas: 1�, porque al salir del Per� su personalidad estaba ya forjada en las luchas universitarias y en un ambiente americanista; 2�, porque en la experiencia mexicana crey� encontrar la clave y el derrotero pol�tico que deb�an seguir nuestros pa�ses. Despu�s, ya en Europa, el auge de Kuo-Ming-Tang, es decir la alianza de las clases chinas contra el imperialismo, no hizo m�s que fortalecerlo en su idea. Por esta raz�n, enunci� el problema plante�ndolo en t�rminos exclusivamente antiimperialistas. En resumidas cuentas, ven�a a decir: Nuestros pa�ses deben pensar ante todo y sobre todo en libertarse del yugo econ�mico y pol�tico de las grandes potencias capitalistas �de EE.UU., principalmente�. Esta empresa requiere: 1, hacer en cada pa�s una alianza popular, que vaya desde la burgues�a avanzada hasta el proletariado; 2, llegar a la unificaci�n indoamericana; resucitar el sue�o de Bol�var, para crear as� una potencia mundial de primer orden, confederando a las naciones que van desde M�xico hasta el Uruguay.

Mari�tegui acept� de primera intenci�n el programa antiimperialista, pero pidi� a Haya que aclarara y precisara su pensamiento. "Es cierto �dijo� que la lucha contra los imperia�lismos requiere una alianza; pero ella tiene que ser mundial. De esta alianza no pueden ser excluidas las clases m�s explotadas de los mis�mos pa�ses imperialistas".

Una vez definidas las posiciones, result� claro que Haya se situaba en el terreno de un nacionalismo continental; el bloque deb�a ser indoamericano, espec�ficamente.

Para Mari�tegui, que miraba este problema desde el �ngulo del m�s rotundo internaciona�lismo ("Proletarios de todos los pa�ses: un�os"), tal planteamiento resultaba inaceptable.

�Esta idea de una confederaci�n de nacio�nes de Am�rica Latina �sol�a decirnos� es una quimera que fue hermosa y hasta viable en tiem�pos de Bol�var. Pero cuando no pudo realizarla, es porque habr�a dificultades que le resultaron insuperables. Y en la actualidad, las cosas se han puesto peor a�n. La evoluci�n econ�mica y pol�tica ha llegado muy lejos. Cada una de las naciones americanas tiene ya su personalidad inconfundible, y hay entre ellas profundas diferencias establecidas por el diferente grado del desarrollo industrial en que se encuentran. Y siguiendo las leyes de ese desarrollo �del desarrollo capitalista�, la que est� m�s avanzada en su t�cnica industrial tratar� de buscar a su vez mercados o fuentes de producci�n en los pa�ses vecinos, tratar� de establecer a su vez su propia hegemon�a aprovechando las ventajas que le ofrezcan los antagonismos y las luchas entre los propios pa�ses imperialistas. Dentro de los cuadros del capitalismo, esta confederaci�n me parece sencillamente imposible. Caso de que no se produzcan grandes acontecimientos en Europa y en consecuencia no pueda llevarse a cabo aqu� en Am�rica la transformaci�n social en el plazo que esperamos, ya se ver� c�mo Argenti�na asumir� el papel preponderante en Am�rica del Sur.

"No creo, como algunos de nuestros amigos, que la ambici�n �la noble ambici�n pol�tica� de Haya sea desmedida. Me parece m�s bien descentrada, desviada. Yo creo que el verdadero, el nuevo sentido de la sociedad contempor�nea est� orientado hacia el internacionalismo, en oposici�n a toda clase de nacionalismos. De tal manera que no nos es posible cortar los nexos que unos unen a las clases explotadas de los pa�ses imperialistas. La independencia econ�mica de nuestra Am�rica se deber�, en gran parte, al poder�o que �stas adquieran dentro de sus pro�pias naciones".

"Pero hay algo m�s grave a�n: Haya rechaza de plano la idea de una alianza de partidos y reclama un partido �nico tendiendo as� a una especie de totalitarismo que me parece sumamente peligroso. Alega para eso que en Am�rica no existe un proletariado. �C�mo es posible decir semejante cosa, cuando en Argentina y en Chile existen ya, desde hace a�os, partidos espec�ficos del proletariado, con sus l�deres de renombre continental? Y su desarrollo en nuestros d�as se har� vertiginosamente. Ese proletariado no podr� aceptar jam�s renunciar a su partido espec�fico, y si se viera obligado a realizar ciertas alianzas, lo har� as�, de partido a partido... Cosa absolutamente distinta a lo que Haya pretende. Mi posici�n est� completamente definida: soy internacionalista ante todo y sobre todo. Si Haya va por otro camino, no tendr� otro remedio que separarme de �l, aunque sea muy a mi pesar".

Este enfrentamiento de Haya y Mari�tegui ten�a que producirse tarde o temprano, porque hab�a en ellos profundas diferencias de experiencia, de temperamento, de personalidad.

Haya que, como hemos visto, pertenec�a a una familia de antecedentes aristocr�ticos; se movi� desde su infancia en un medio estudian�til de clase elevada. Su personalidad se forj� despu�s en el ambiente del estudio sistemado y de las luchas universitarias: ese ambiente y esas luchas desarrollaron en �l sus grandes condiciones oratorias, y lo iniciaron en las actividades pol�ticas; no pudieron darle de ninguna manera una conciencia de clase que lo identificara con el proletariado. En cambio, Mari�tegui, mestizo y pobre al nacer, vivi� unido a los despose�dos, de tal manera que, cuando gracias a sus extraordinarias condiciones, lleg� m�s tarde a mejorar su situaci�n econ�mica y a vivir en un ambiente que no era el de los trabajadores manuales, ten�a ya los elementos esenciales que, poco despu�s, con el estudio del marxismo, formar�an su conciencia de clase en medio de caldeado ambiente revolucionario de Europa. La gran generosidad de su esp�ritu y su capacidad de sacrificio hicieron lo dem�s.

Agr�guese a esto que mientras el temperamento de Haya es esencialmente impetuoso y pasional, el de Mari�tegui, en cambio, era cauto y reflexivo.

Los dos estudiaron el marxismo, pero cada uno lo interpret� a su manera. Y mientras el uno encontr� en las teor�as de la dial�ctica materialista un calor y una emoci�n de mito universalista, que comprometi� a fondo la naturaleza m�stica de su esp�ritu, el otro le dio una significaci�n pragm�tica, y crey� encontrar en ellas la f�rmula precisa para resolver de inmediato los problemas de la realidad latinoamericana.

El enfrentamiento de estas dos figuras, directoras de la nueva conciencia peruana �y tambi�n de la americana, en cierta forma�, trajo como consecuencia la escisi�n del bloque. Y frente al Apra surgi�, fundada por Mari�tegui, la secci�n peruana de la Tercera Internacional.

 


NOTAS:

1 L�ase La Filosof�a del Marxismo, de Alb. Le Blanc, ca�tedr�tico de La Sorbona.

2 La palabra "gamonalismo", dice el mismo Mari�tegui, poco despu�s, no designa s�lo una categor�a social y eco�n�mica, la de los latifundistas y grandes propietarios agrarios. Comprende una larga jerarqu�a de funcionarios, intermediarios, agentes, par�sitos, etc. El indio alfabeto se transforma en un explotador de su propia raza, que se pone al servicio del gamonalismo. El factor central del fen�meno es la hegemon�a de la gran propiedad semifeudal en la pol�tica y el mecanismo del Estado. Por consiguiente, es sobre este factor sobre el que se debe actuar, si se quiere atacar en su ra�z un mal del cual algunos se empe�an en no contemplar sino las expresio�nes epis�dicas o subsidiarias.

3 Recu�rdese que este libro fue escrito el a�o 1940. En la actualidad, a�o 1960, se ha visto c�mo los pa�ses asi�ti�cos se esfuerzan febrilmente por accidentalizarse.